No sabía quién era, ni que apareceria. Tampoco que lo esperaba.
Él sólo le escribió unas palabras, pero ella se encargó de soñar todo lo demás: su mirada, sus caricias, su voz y su aroma. Lo pensó jugueteando hábilmente con su vulva que rapidamente se humedecería y se abriría entera como una flor. También le soñó la lengua ávida y cálida dibujando una línea que la partiría en dos, empezando desde el ombligo para atravesar después su vientre, su pecho, su cuello y su rostro. Se rindió al placer de que cuerpo, corazón e imaginación quedaran totalmente expuestos y entregados. Ya no le pertenecían , eran propiedad de él que habia descubierto sus tesoros escondidos: imágenes, historias, bailes y el intensísimo deseo de amar.
Ella siempre supo que fue un sueño de una larguisima noche veraniega, noche despistada y remolona que luego ninguneó al otoño, noche de luna llena a orillas del mar.
No le sorprendió la llegada del invierno, a él si lo esperaba. Ahora en las noches heladas y mientras el vapor de la ducha caliente crea la escenografía perfecta para volver a soñar, se desnuda frente al espejo, e imagina que lo hace ante él. Y antes que el agua arrastre sus fantasías por las lúgubres y sucias tuberías de la realidad , acaricia la arena pegada a su cuerpo y relame la piel de sus brazos para sentir una vez más el sabor salado del mar. |