-Buenos días –dijo entrando al comedor donde su esposa e hijos desayunaban. No hubo respuesta.
-Buenos días –volvió a decir en tono más alto, pero el resultado fue el mismo.
-Pareciera que criamos animales en esta casa –dijo sentándose a la mesa, pero de nuevo no le respondieron.
-Ya nos vamos mamá.
-Que les vaya bien.
Salió de su casa hacia el trabajo. Era muy extraño. No entendía porque su familia lo ignoraba de esa manera. Y eso se repitió de camino al trabajo. Saludara a quien saludara nadie le regresaba el saludo. Ni siquiera el conductor del autobús, a quien había saludado por más de 10 años, se lo devolvió. En el trabajo la situación se repitió. Ni la recepcionista, ni su jefe ni sus compañeros de trabajo notaron su presencia. Salió de trabajar muy confundido. No comprendía porque todo el mundo actuaba como si el no existiera. Pensó en volver a casa pero, ¿para qué? ¿Para que su familia siguiera ignorándolo como en la mañana? En lugar de eso empezó a caminar y dejó que sus pasos lo guiaran a cualquier parte. Terminó en el cementerio. Comenzó a pasearse entre las tumbas, hasta que luego de 5 minutos se detuvo frente a una que llamó su atención.
“Julio Salgado”
“1972-2018”
“Que en paz descanse”
Sus ojos se iluminaron y lo comprendió todo.
-Es cierto –se dijo mientras desaparecía-, ya estoy muerto…
FIN