—Porque temer a la muerte, atenienses, no es otra cosa que creerse sabio sin serlo, y creer conocer lo que no se sabe. En efecto, nadie conoce la muerte, ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre. Sin embargo se la teme, como si se supiese con certeza que es el mayor de todos los males. ¡Ah! ¿No es una cosa vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce? —leyó en voz alta a Sócrates.
Aplausos se oyeron en la sala y quien leía hizo un gesto de fastidio. La corte parecía divertida con su lectura, Julice se levantó y pronunció —Me alegra saber que al menos hay humanos que comprendieron el valor de la muerte.
—Humanos, ¿Por qué son tan humanos?, egoístas, nacen sin saber que están cumpliendo condena en la prisión más grande que alguna vez existió —Adam miró de reojo a Julice.
—Y nosotros tenemos que darle caza, ¡Qué trabajo más agotador! —habló Melissa.
Adam aprovechó el cambio de rumbo de la conversación para retirarse a meditar. La luna estaba en su punto más alto y la melancolía bañaba sus orbes —No tenemos la culpa de haber nacido para desempeñar este rol —murmuró a la noche.
—Solo aquel que no tenga miedo a morir puede darle muerte a otro —Julice habló a sus espaldas.
—Naciste para ser día y dar felicidad a las almas y yo nací noche para traer desgracia… —Iba a continuar, pero Julice le interrumpió.
—Te equivocas —profirió recostando su espalda contra el tronco del roble—, nuestro trabajo es lo más parecido a hacer justicia. Sabes que no podemos morir.
—Nos llaman las almas que están afligidas, nos llaman sus lamentos, nos llaman el dolor, tanto sufrimiento… ¡Esto es una maldición!
—Nuestra existencia tiene sentido gracias a esto, aunque estemos malditos; atados a esta existencia y sedientos de sangre. Hablando de esto, al parecer tenemos trabajo.
Adam asintió —Un drogadicto al parecer a dos millas de aquí, un sacerdote y una adolescente en el Hospital del Sur.
—Yo iré por el drogadicto, encárgate del resto —le dio una palmada en el hombro.
“Vivimos aferrándonos cual masoquistas a la vida, fantaseando egoístamente con una sonrisa y nuestra alma se pudre, nuestras esperanzas son gritos de auxilio y el cielo muy pronto se ha quedado sin estrellas. Las luces se han apagado”
Adam caminó por los pasillos del Hospital, el ambiente se ha vuelto más frío con su presencia, los ojos de los pacientes que estaban sufriendo en “Emergencia”, parecen adormilados como si de anestesia se tratara. Los humanos no soportan la presencia de un generosi, es como morfina entumeciendo los huesos; hace que el trabajo sea más fácil.
Cruzó el umbral y empujó una puerta de vidrio, se acercó a una enfermera — ¿La habitación del sacerdote? —preguntó.
Ella parecía haber visto una horrorosa alucinación, pero rápidamente dijo —32-B, en el tercer piso —Adam asintió.
Subió por las escaleras, las oraciones una tras otra las oía, tocó la puerta dos veces y el moribundo pronunció un desgarrador —Adelante —Heridas de bala, una en el cuello y la otra en la zona intercostal. Adam pasó y se sentó en la silla de plástico en frente del paciente, que tenía entre sus manos un rosario de plata.
—He venido a purgar tu alma —habló colocando una mano en la frente ajena—, si sigues rezando a un Dios que no existe no lograrás nada, la única opción que tienes es el descanso eterno, el mejor de los bienes.
— ¿Un ser maldito? —preguntó con sus últimas fuerzas.
—Solo traigo paz a los que la desean —murmuró—, y en este momento, tu alma llama a gritos para que la liberen de su tormento.
—Solo eres un ser egoísta robando la vida de…
—Y tú no eres muy diferente a mí, ¿verdad? —le interrumpió—, eres un ser egoísta que busca una gratificación después de hacer numerosas obras de caridad. Lo hacer por buscar ¿Agradecimiento? ¿Sumisión? No eres más que un simple sádico buscando aceptación y tu Dios; ese, al que tanto imploras es un invento del que te escudas y creo que cometo un error al darte descanso eterno, ya no quiero oírte —Adam movió su mano izquierda y los ojos del sacerdote se cerraron, su cuerpo estaba quieto, en rigor.
Adam suspiró —Humanos, son tan arrogantes sin saber que se les ha ofrecido la salvación.
La máquina que medía los latidos del corazón del moribundo mostraba una línea recta, colocó una manta blanca sobre su rostro y se dio la vuelta. La habitación se encontraba en calma, en extrema quietud y todo atisbo de aflicción se había quedado en el pasado, con la marcha del sacerdote las cosas volvieron a su curso. Adam dejó a habitación y ahora caminaba hacia donde se encontraba el mortífero zumbido que solo anhelaba muerte; solo quería dejar de ser retenida, un alma en cautiverio es un crimen.
Cuando entró se encontró con un diminuto cuerpo pidiendo liberación, sus orbes cerrados, una intravenosa y aquello que le mantenía viva, su alma aturdida llorando y sacudiéndose. Que triste paisaje, como la brisa de invierno que se lo lleva todo. Adam susurró bajo —Siento tanto no haber llegado antes, me disculpo por la demora —Y en un soplo el alma de la joven se desvaneció y la habitación volvió a quedar quieta.
Los hospitales contaban historias, de esas que desgarraban el alma en tajos, cada hora fría y voluble pasaban tan lentas como hallándose en un calvario que amenazaba con no terminar nunca. Adam; un ser maldito como los que conformaban la corte solo podía hacer su trabajo, llevándose el dolor, acabando con la soledad. El cuerpo vivo siempre se aferra a lo material, mientras que el alma se lleva el mayor de los pesos.
Adam salió de aquel lugar aspirando el aroma de los pastos que bordeaban las cercanías del hospital y pensó —¿Cuál es el significado de estar vivo? —una pregunta que siempre había hecho eco en su mente, pero había una mejor—, ¿Cuál es el significado de una vida si esta no se valora, sin transgredir los deseos del alma?
—Siempre te ahogas en un vaso de agua, Adam, considero que si no estuvieras maldito fueras encantadoramente sentimental. A pesar en tus manos yace el fin de las cosas, te detienes a recordar los afligidos orbes y el sentimiento de culpa te encadena ¿o me equivoco? —Julice, parecía divertido—, ¿Crees que me agradó acaso darle más tiempo de vida a un drogadicto que solo es una plaga?
—¿Cuál es el significado de una vida si esta no se valora? —le contestó con una leve sonrisa.
—No pretendas aplicar mayéutica conmigo —le devolvió el gesto—, los humanos cumplen su condena en esta prisión, una vez que lo hacen solo se desvanecen y descansan por siempre. Tienen una ligera conversación con nosotros y pactan.
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