EL CAMPEADOR MIGRANTE.
Gracias a la desaparición de mi hermano Luis -cuyos catorce años de vida eran los mismos que contaba como trabajador al servicio de nuestro padre-, comprendo lo que significa el “sueño americano”. Sin embargo, jamás entenderé cómo siendo tan pequeño pude sentir tanto sufrimiento, ni porqué lloramos o reímos por los mismos motivos, aunque nos encontremos a kilómetros de distancia.
Aunque no necesitamos hablar o escribir para retroalimentar nuestras experiencias o reflexiones, redactaré una carta que certifique la transmisión y documente lo visto y lo vivido.
HERMANO LUIS:
Lamento decirte que mataron alevosamente a tu mejor amigo de la infancia. Para colmo, su presunto asesino fue acusado, liberado por falta de pruebas, y elegido –en lugar de su víctima- como candidato al gobierno del Estado.
Ayer asistí al mitin convocado por el traidor, expuse mis razones y le exigí que declarase la verdad; pero juró y perjuró ser inocente. A continuación, con el aplauso de la mayoría y la rabia de la minoría, la única verdad que declaró fue mi expulsión del partido.
En vista de las circunstancias y amenazas en contra de nuestra familia y de mi persona, es un hecho que con diferentes nombres y lugares volvemos a lo mismo que pasó en Santa Gadea de Burgos, cuando el rey don Alfonso convocó a cortes. Por aquel entonces, el Cid reclamó la verdad sobre la muerte del rey don Sancho; pero el monarca en espera de ser reconocido y coronado, juró y perjuró ser inocente. A continuación, la única verdad que declaró fue la expulsión del Cid.
¿Acaso salimos de Guatemala para entrar en Guatepeor?... Desde los tiempos del Moro-Muza, negocios largos jamás acaban en las naciones unidas o desunidas. Mandatarios van y mandatarios vienen a competir por el rol de Sancho, conquistador de bienes ajenos. Sin duda, hermano mío, tan incontables como las arenas del mar, son los avorazados que confiados en ser más listos y tener mejor suerte, no tienen llenadera. Y así… y así regresamos a la historia del pasado convertida en historia del futuro.
Corría el año 1065, cuando el rey don Fernando decidió –ya en trance de muerte-, dividir sus conflictivos reinos entre sus cuatro hijos, tres de los cuales acataron la voluntad de su padre; pero Sancho saltó furioso. Según él, por ser el primogénito y por los tradicionales derechos de mayordomía, debiera heredar todo lo habido y por haber.
¡Lástima!... El hijo desobediente sólo recibió el reino más grande, más rico y más fuerte; pero abusó del poder y se valió del ejército al mando del Cid Rodrigo Díaz de Vivar, el caballero castellano más leal y victorioso de todos los tiempos. Ganó batalla tras batalla, y acrecentó su propio reino con los reinos de León, Galicia, y sus respectivas extensiones… faltó Zamora; pero ¿qué clase de armas y de varones resistirían los astutos y femeninos ardides de doña Urraca.
Ella sola, y desde una torre mocha, lanzó el flechazo que se clavó en el corazón del Cid. Ella sola escribió a su hermano Alfonso –refugiado en la corte del moro Alimenon de Toledo-, para que regresara con la protección y complicidad que le harían merecedor de la corona, y ella sola prometió al traidor y libidinoso asesino que dormiría con él. ¡Y así fue!
En cuanto Vellido Dolfos dejó al soberano muerto, corrió dando voces y gritos: “¡Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido!...” Con la velocidad y potencia del rayo, el matador entró a la recámara real, se desarmó y se dispuso a gozar del espléndido y gustoso pago. Pero la reina ordenó que atraparan y metieran al puerco en un costal, que lo amarraran con tanta fuerza y tantas cuerdas que para nada pudiera moverse, y que al grito: “¡Tiempo era, don Vellido, de cumplir lo prometido!...” lo arrojaran sobre la cama; misma cama donde la Bella se acostó y durmió con la Bestia, penalizada bestialmente, pero con toda justicia.
A la mañana siguiente, los guardias lo sacaron del costal y lo ataron a las patas y colas de unos caballos salvajes, dispuestos para echarse a correr, arrastrando y destazando el cuerpo del delito.
Al revivir la historia pienso que podría salvarme, si en lugar de huir expusiera mi triste situación en el tribunal, alguna de las modernas urracas que defienden las causas justas, rescataría mis derechos. Sin embargo, tengo miedo de caer en las garras de una urraca más avorazada y mafiosa que mi peor enemigo.
En la lista de posibilidades sobre todo cuanto quiero y no puedo, y todo cuanto puedo y no quiero, descubro que mientras permanezca en el país, mis humildes recursos y potenciales servicios representan más agravios que remedios para la seguridad de nuestra familia. En consecuencia, me voy, y para luego es tarde.
Saldré con verdadera urgencia, viajaré sin visa ni manera de ingresar legalmente. Tal vez me pesque la migra y nos veamos en el otro mundo.
Hermano, queridísimo hermano, a reserva de lo que pueda pasarme, cantaré por ti, para ti… y tal vez para siempre:
CAMPEADOR DE LOS MIGRANTES,
allá donde ¡Time is Money”
persecución o castigo,
trabajas de sol a sol
y cada vez que despiertas
la Luz revuelve tu sueño
con la dura realidad.
¡Guarte! ¡Guarte, Campeador!
no dirás que no te aviso,
los dólares están verdes
y su salada conserva
logra infectar los principios
para corromper los fines.
Si te lleva la desgracia,
el pozo de tus pupilas
bañará la tierra entera;
el injusto latigazo
lanzará tu corazón,
y como trompo dormido,
el juglar de las batallas
dará vueltas y más vueltas
en el punto de partida,
para contar y recontar lo mismo.
II
Con el siglo que corre no sé adonde,
¿por qué pasó la historia del futuro
al antiguo romance de Rodrigo?
Tiránicos monarcas han convocado a cortes,
y entre pitos y flautas,
tras la jura y perjura de Gadea
se decretan campañas polibélicas,
se parten y reparten los partidos,
se discuten bastardas elecciones,
y por derecho de soberanía…
“-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.”
III
¡Afuera! ¡Afuera, Rodrigo!...
Cuando con mínima paga trabajas por mucho más,
¿Cuánto más vale la vida de la carne de tu carne,
el oro de la palabra y la pascua del cordero?
En honor de la verdad,
al justo grito de guerra contra muros, fanatismos,
humillaciones y agravios… ¡No te rajes, valedor!
qué el amor de los latinos
a la luz de las estrellas y la cuna del sepulcro
debe ganar la victoria.
Fiel hermano, fiel amigo, campeador de los migrantes,
allí donde “Time is money”
has abierto las fronteras a la justicia de Dios…
¡Qué la ceniza del tiempo brilla con luces eternas
en el valor y la gloria del hispano caballero!
¡Salve! ¡Salve, Campeador!
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