Llamó la atención de los pescadores una cría de pingüinos que se encontraba sola, flotando mar adentro.
El capitán, convencido por su tripulación, viendo al pobre infeliz abandonado a su suerte, autorizó lo subieran a bordo; para alivio del pingüino y felicidad de los hombres que, con su flamante nueva mascota, trabajaban más alegres que nunca.
Le pusieron por nombre Fu Chian. Fu, por su significado en chino; suerte y Chian, por su similitud con el personaje de Star Wars.
El pobre huérfano no se volvió a topar con alguno de su especie por meses. Integrándose lo mejor que pudo tanto a su nuevo hábitat, como a la tripulación.
Él se miraba de arriba abajo, se veía tan elegante con su traje de frac. Se paseaba por la cubierta pingüineando, dando órdenes, imitando a los humanos, pues se creía uno más, ya que de tanto convivir con ellos había tomado hasta sus posturas. Tanto así, que avivado por los pescadores, imitaba sin empacho ni respeto nada menos que al mismísimo capitán!!.
Sin duda vivía feliz, no le faltaba el alimento, limpiaba la cubierta, achicaba agua, ayudaba en la cocina o al menos eso él creía al despacharse los restos de pescado que le regalaba el chef. Era una alegría verlo lanzarse colérico panza al piso para deslizarse por el humedecido terraplén.
Lo trágico del caso es qué — dado que el barco se dedicaba a la pesca — cada vez que llegaba el momento de entregar la mercancía, la embarcación era rápidamente rodeada por focas y pingüinos que obstaculizaban las faenas, pues los animalitos en su necesidad de alimento rompían las redes para robar peces. En contraataque los pescadores defendían su pesca con arrojo, lo que terminaba en cruentas matanzas.
El día que recalaron en el puerto de una de las sureñas y frías costas chilenas — lugar de hábitat pinguinezca — lo encerraron en la bodega, a fin de evitar que Fu presenciara tan triste y descarnado espectáculo.
El no comprendió muy bien la razón del encierro, ni qué había hecho mal, pero por una rendija pudo ver y escuchar a sus congéneres chillar y "graznar" por la atroz matanza de que eran objeto, por puros y oscuros pingüebeneficios de los humanos....
Escapó como pudo, lanzándose al mar, más que nadar volaba a ras de las aguas en busca de sus congéneres, a los cuales tristemente acababa de reconocer.
Al percatarse de la huida, e incapaces de distinguir entre la multitud al travieso y atemorizado Fu Chian, los pescadores abandonaron no sólo su búsqueda, sino también la matanza de toda la especie ya que, como dice el dicho, ‘para querer hay que conocer’ ellos habían conocido bastante de la dulce personalidad de estos animalitos y no los veían del mismo modo. Como resultado la población pingüinil hoy crece en paz, o al menos no preocupada de los crueles ataques del hombre y cada vez que el barco recala en el puerto les lanzan peces que recolectan para el efecto.
Sobre nuestro querido Fu ¿Qué pasó con él? Muy simple, como estaba en su pingüepubertad conoció a una bella pingüinita llamada Karda; una exótica hembra dotada de una exuberante cola, que captó su atención de forma inmediata. A ella brindó el más entusiasta y ancestral baile ritual:
El baile del pingüino, se baila así, así
moviendo las alitas, así, así,
moviendo la colita así, así
Extasiado en su amor consiguió para ella las más grandes y llamativas rocas, hasta que al fin fue aceptado y se casaron. Ahora la distinguida pingüina, Sra. Karda Chian, tiene las mejores rocas del lugar, un reality show y todo el amor de nuestro más feliz que nunca pingüi Fu Chian el más dulce y gentil pingüino de frac.
M.D
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