Estaba plácidamente dormida en su cama, embutida en un sugerente camisón de raso rosa palo, de amplio escote, con una braga mini y un sujetador blancos de encaje, cuando sintió que una mano diestra acariciaba con pericia su clítoris.
Eran unos masajes suaves que le producían mucho placer.
Sintió luego cómo unos dedos ardientes se colaban por su escote , desplazaban el sostén para, a continuación , besar y succionar sus pezones con avidez, ora el izquierdo, ora el derecho.
Sus pechos , colmados de gozo, se entregaban turgentes, mientras el amante, con experticia de Casanova, besaba, lamía , succionaba con avidez de macho en celo.
Alcanzado el clímax, despojó a la hembra, que yacía ardorosa con los ojos cerrados,de las braguitas y la embistió con su verga africana, penetrándola con vigor.
Seguía libando el néctar de sus pezones, a la par que la poseía con destreza donjuanesca, hasta que ella se derramó entera.
Colmada y satisfecha de placer, abrió los ojos. Aterrada, saltó de la cama tras ver el rostro del diablo feo y deforme: su maltratador.
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