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“Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.” Julio Cortázar
Me falta lo que me sobra;
quiero alguien presente
que me recuerde mi soledad,
que me advierta que esa armonía
es quietismo de falacia
y el murmullo auto gestionado
es una crítica de vía muerta.
El auto destierro opresivo:
una felicidad encubierta
que despierta agruras
y carga oprobios mal asumidos.
Quiero alguien
que sea mi alguien,
más allá de complacencias
y lindas observaciones vacuas,
que me aconseje prudentemente
a no dar hábiles lecciones
de autocompasión revertida.
Reflexiva desvariación,
rumiada, estañada, obsesiva
en una mirada lacónica,
en una cruel sentencia seductora
alimento carroñero y miserable
de una catarsis purificadora y yerma.
De tanto repetir la verdad
asumimos la mentira;
obtusas laureas nos adormecen
hasta el día de despertar de lo que,
en velada revelación,
en valiente epifanía,
se yergue y escapa solemne
de la recamara de nuestros deseos
y despierta aún temerosa
desde la prudencia de nuestra culpa
y la humilde aceptación
de un camino sin vuelta.
Sobras y restos de la nada
auspician un nuevo estado
y acompañan nuestra soledad
hasta la puerta principal.
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Texto agregado el 10-02-2018, y leído por 111
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