Y no lo quise porque ya la había hecho un miembro del grupo 4:40. Con, por supuesto, más constancia y cercanía a él y mejor manejo del tinglado que supone
la existencia de éste. En cambio mi muy esporádico coexistir con Eugenio, lo armó una edad y dos caracteres. Eran veinte años con una inexactitud por defecto o en exceso, pero al fin, partes de un todo armónico. Me llamó la atención, en la plaza central de nuestro pueblo, su 'dulce' para atraer prospectos a la ruptura con el anonimato. Y una noche cálida tuve el atrevimiento de significárselo y su automática respuesta, provocó una súbita hilaridad en los presentes: 'Sí, y tú eres la única excepción'.
Tambien reí y de buena gana. Y el haberle hecho exceptuar, me permitió la tarde siguiente, cruzar por encima del 'Jaya' y conocer el resto de su familia. Un lujo perenne que explotó con el dulzor de un diálogo que su madre convirtió en inolvidable postre, sólo superado por su sonrisa. Fue cuándo de un tirón su apertura premió mi relación con éllos. Y produjo la preparación para la extensión que vendría con nuestro traslado a la ciudad capital.
Le recuerdo en una pequeña oficina en la parte trasera de la Secretaría de Estado de Bellas Artes y Cultos. Una silla modesta, una mesita con cuatro gavetas, un armarito y siempre de pies y arrimados a la pared, unos que otros, miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional. Porque el cuartito funcionaba cómo receptor de arreglos musicales. Tampoco olvidaré la tarde que le visité buscando su intermedio para el plan que concebimos de llevar la sinfónica al barrio de Villa Juana de forma gratuita y que el Subsecretario de Estado, más político que funcionario, le dijo frente a nosotros a Eugenio, que él, cómo 'rabo' de la Orquesta podría influir más que su cargo. Ambos supimos que el caso se había cerrado ahí mismo. De vuelta a la oficinita, encontramos dormitando al borde de la mesa y sin la más mínima traza del porvenir que hacia él se acercaba, a Michael Camilo.
Con los años Eugenio ha crecido a la par de las figuras que su personalidad magnética no ha cesado de atraer. ¡Con sus escasas excepciones! Pero cayendo abruptamente en el presente: hace algunos meses que escuché decir en TV a Raúl Di blasio que él, Eugenio vanderhorst y José Antonio Molina(el músico dominicano, de formación clásica más completo de todos los tiempos), en veinte y dos días hicieron unos arreglos en Miami, que la siguiente semana, grabaron en Londres y que fué el disco más exitoso de toda su carrera.
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