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Las hojas de los árboles bailaban como si estuviesen de fiesta; los pájaros, negros e impacientes, se juntaban, chocaban y gritaban mientras daban vueltas pensando si el cielo definitivamente iba a tener el coraje de soltar la tormenta que cargaba.

Mis ojos querían cerrarse, pero la cabeza sabía que no podía, no en ese momento. Iban llegando de a dos, tres, cuatro personas. Al lado mío un perro que ladraba, insoportable, a cada auto que pasaba, inocente, reclamando y creyendo encontrar lo que tanto buscaba. Una nena bajita, con el pelo largo hasta los hombros y ojos negros tan penetrantes como el abrazo que me diste cuando me dijiste adiós; y yo tan tibia, sensible a los ruidos del señor de adelante que daba vuelta las páginas como si estuviese enojado con su esposa. Pero sobre todo no podía tolerar al chico de atrás que no dejaba de mirarme. Podía sentir el ligero parpadeo de sus ojos clavados en mí, examinándome.
Me acomodé y le di violentamente la espalda, porque la situación me ponía bastante tensa.
Percibía su respiración cada vez más cerca, me erizó la piel. Miré la hora y eran las siete de la mañana; todavía faltaban treinta minutos para que nos atendieran y yo atada a esa desesperación, a esa fila inaguantable, a ese desfile de caras dormidas.

A las siete y cuarto la caída de una hoja me conmovía, como me conmovían los amaneceres a tu lado, tan eternos; las sonrisas que me regalabas sin esperar vuelto, las caricias que me dabas sin pensar en nada.
Pero en esa fila estaba irritada, desconfiada, temerosa, con la mirada fija en la misma baldosa desde que el chico de atrás me entregaba su aliento sin vergüenza y sin piedad.
De repente sentí que sus tibios dedos tocaron mi hombro y aturdida me di vuelta.
En sus ojos encontré lo que me hiciste sentir la primera noche que te vi. Los rostros comenzaron a tener sentido y, sin emitir ni una palabra, tomó mi cara tiernamente, me dio un beso, y dijo: «Desde las cinco y media de la mañana no puedo dejar de pensar en vos», y sonrió.

Texto agregado el 02-02-2018, y leído por 72 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
02-02-2018 Con distintas sensaciones, los dos hacían lo mismo hace dos horas, pensar en el otro. Por suerte en tu relato ahora piensan juntos y con las mismas sensaciones. Bello relato, Carlos. carlitoscap
 
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