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Estimada doctora Yvone Flanery,
Mi altamente estimada amiga:
Siento extrema emoción al escribirle por la gran cantidad de recuerdos afectusos e íntimos que de usted a un conservo. Me lleno de enajenación cuando mi mente recuerda cada sesión que tenía con usted. La forme como usted combinaba su profesionalismo con ese humor que me hacía ruborizar. Fueron experiencias únicas para mí ya que junto a usted siempre tenía una buena dosis de acometividad. Cada vez que pasábamos un tiempo juntos mi bálago endeble y engocido incrementaba su tamaño y calor hasta convertirse en un fámelico mástil de tamaño y grueso suficiente como para destruzar lo primero que encontrara. Y lo primero que veía era esa risa fluida que invitaba a cometer cualquier locura sin importar lo que resultara.
Me siento tan agradecido de todo lo que usted hizo por mí. En especial cuando me invitó a aquel baile privado en el que usted derrochó sensualidad con las oscilaciones de su pelvis y de su pecho. Yo estaba que se la boca se me abría sola y también le cremallera de mi pantalón. En especial cuando bailé aquella pieza con usted y pude frotar mi garrote mientras usted me llamaba bello y me decía lo especial que yo era para usted. Luego usted se despojó de su falda y quedó con esos pantaloncitos tan majos que permitían detallar esos preciosimos labios abultados y cerraditos que usted tiene entre sus piernas. En mi mente yo lo que quería era actuar.
Daba cualquier cosa porque mi aminalito saliera ya de una de mi pantalón y entrara por esa cavernita sin comtemplamientos. Y darle hasta que ambos quedáramos sin ganas de más. Mi apetitosa doctora a la que no le terminé de quitar los pantaloncitos porque estábamos en un lugar público. Pero el solo hecho de tocarle las nalgas y pasar mi mano por su espalda y usted por la mía era algo que me sacaba de toda razón. Usted me había enloquecido y sin embargo yo debía guardar compostura. No sé que me dominaba más, si la rabia o la lubricidad. Lo que si sé mi estímadísma doctora es que no era primera vez que estaba tan cerca de una mujer bella.
Pero si era la primera vez que me sentía al punto del descontrol. Usted como profesional de la medicina y que sabe lo que son las hormonas, la siquis y tantas otras trivialidades y que además no paraba de tomarme de la mano cuando más excitado me notaba, podrá entender por qué me he tomado un tiempo para escribirle estas líneas. Y es que cuando su marido se presentó en el baile y usted baió con él yo me sentí celoso. Quería golpearlo y sacarlo de ahí porque usted en ese momento representaba mi objetivo. Las ganas que yo tenía de que usted se dejara tragar viva por mi palo sin más espara no las puedo plasmar en un papel.
Es más, hubiera hecho lo que fuera porque esa nocha aparte de mí nadie más la tocara ni para saludarla siquiera. Mi intención era posesionarme de usted. La necesitaba para mí y en especial cuando usted me puso una mano en uno de sus pechos. Un escalofrío se apoderó de mí y fue inevitable que le apretara la glándula. De inmediato usted también me tocó el pene con la punta de su dedo y eso me ponía la imaginación y las emociones en el punto más alto y de máxima potencia. Y lo más lindo de todo fue cuando usted me acompañó al baño y me ayudó a sacarme el desesperadito para que el chorro de orín cayera sobre usted.
No sé ni quiero saber lo que ocurrió con usted antes de conocernos o lo que ha hecho desde entonces. Lo que sí sé es que para mí fue grandioso conocerla a usted y conocer a su cuquita que tanto me hizo esparar hasta que llegó el por fín. El momento en que usted se disculpó con su esposo y él se fue sin usted y luego usted se sentó a mi lado y me acompañó a una nueva copita de champán. Cuando por fin mi inquieto hierro pasaría adentro de esa gruta y oiría su voz decirme “Eres mi mejor paciente Bryan”. El impacto que eso tuvo en mi vida ha sido un hecho al que nada lo iguala.
Espera ansioso recibir una carta de usted su amigo, paciente compañero de velada
Bryan Krabus,
Dispuesto a arriesgar otra noche con usted |
Texto agregado el 01-02-2018, y leído por 45
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