Mirando al Norte, detenida, sentada en el borde de la soledad, imagino tu silueta lejana que no deja ver tu rostro, sólo tu pausado caminar que me hace sentir que no tienes apuro en venir.
Y yo, perdiendo mi vista en ese horizonte, dibujo tu rostro en el aire, un tanto inquieta, un tanto suave, como suplicando que avances, que avances…
Mis manos parecen llegar a ti y cuando esbozo tu sonrisa… la brisa me trae una voz, no la reconozco ¿cómo hacerlo, si nunca haz pronunciado mi nombre?
¿Y tu nombre? Mi mente lo busca de un lado a otro y ni la Golondrina del verano, ni el Mirlo del invierno me ayudan a encontrarlo.
Y esa silueta que parecía venir… ha desviado su andar formando surcos más profundos de soledad.
Cirrus danzantes transforman el paisaje, toman de la mano mi soledad y la conducen hacia el Sur, en donde posiblemente se quede a invernar.
Sin prisa, me pondré de pie, imaginando nuevos paisajes, sintiendo fuerza y esperanza que me invitan sin temor, sin dudas, a avanzar…
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