Este marzo mayea. Las columnas de humo de las chimeneas han dejado de hacer la señal sempiterna del frío y, fuera, una explosión de vida arranca a raudales por todos los rodales. Viene el tiempo de las alergias y de las enfermedades del ojo. Todos los años por tales efemérides se acerca como algo inevitable, que empieza a tomar la consistencia de las cosas, los exámenes finales y la irritación de ojos. Luego se tira uno un año tumbado a la bartola, pero para tales fechas y eventos comienza el martirologio anual que dura como unos tres meses. No estudia uno medicina como para dar una explicación cabal del fenómeno ocular, pero tampoco es un desmemoriado como para no darse cuenta de que es empezar la primavera y comenzar los restregones frenéticos de la cavidad ocular. Tampoco incurre uno en hipérboles, al considerar tales molestias enfermedades, pues, aunque tan pronto nos adentremos en el verano desaparecerán, no es desdeñable el hecho, ni cómodo tampoco, y visto desde fuera semeja la acción a la de proceder a sacarse un ojo.
Como este marzo mayea, posiblemente la acción referida se adelante. Se ve que uno va a menos en cuanto a sistema inmune, pues no recuerdo haber procedido en la infancia a tales prácticas;aunque quizá tenga que ver que no llevaba uno entonces gafa y corría el aire.