Aquella tarde estaba tan aburrido que se me ocurrió un juego nuevo. Tengo una báscula de precisión( me tocó en el reparto de enseres con mi ex, cuando la separación) y me pareció oportuno usarla de una manera recreativa, de una manera nueva y original.
Me pesé. Exactamente ochenta y cinco kilos doscientos gramos daba la máquina.
Me propuse averiguar qué pasaría por mi magín con medio kilo de vino preciso en el cuerpo. Abrí mi mejor botella. Sería suficiente para comprobarlo, pues el vino aunque es más denso que el agua lo es sólo en magnitudes despreciables.
Y así, subido en la báscula, empecé a escanciar tal líquido elemento por mi gaznate, y cuando el aparato dio ochenta y cinco kilos con setecientos gramos exactos, lo dejé.
Cogí una grabadora y empecé a disertar sobre lo primero que se me ocurría.
Una semana después repetí el experimento- y con la misma marca de vino- y utilicé de nuevo la grabadora cuando la báscula dio el peso. Comparé las grabaciones y el resultado me dejó perplejo: abundaban en los mismos desparramos y temas con una coincidencia sorprendente e inquietante. No tuve más que sacar conclusiones.
Años después dí una conferencia con el mismo título del encabezamiento de este escrito. Hice partícipe al auditorio de mis experimentos. Hablé de la vinolencia como agente configurador de nuestro mundo.
Con lo que se comprueba que el mundo es circular, redondo, sin aristas, inmutable e incambiable; pero todo- y ahí radica la cuestión- debido al vino-, concluí ante el embobado público. Los asistentes quedaron perplejos también- como yo cuando el experimento.
Al terminar nos metimos en un bar, uno y cuatro rezagados de los que habían asistido al discursillo. Ya en faena empezamos a hablar sobre la verdad o falsedad de aquellos mis experimentos y asertos.
Se adhirió un camarero que no pudo evitar oír la conversación.
Este señor es un santo- dijo en mi favor el especialista práctico. He visto tantos borrachos salir por esa puerta que sé de qué habla este hombre. Y me señalaba. El mundo no es otro sino por la influencia- concluyó también el espontáneo defensor- de kilos y kilos(no dijo litros) de vino.