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El ojo cubre la sangre del respiro eterno que viaja por el viento y el canto espantoso de la tierra en que vivimos emite el sonido que invita a la muerte a abrir la más gloriosa puerta para dejarnos el paso libre.
No puedo abrir mis pupilas porque las monedas pesan toneladas, llenas de vivencias que hundirían la barca de Caronte al mínimo roce de mis fúnebres vestimentas.
Estamos destinados a fingir tragedia antes de vivir la vida.
Despertamos cada día histéricos y desesperados antes de soñar la solución a los problemas inherentes del destino prediseñado. Nadamos descalzos y desnudos ante el poder de la rutina flamante que rige esta letárgica experiencia, esta extraña caricia caída del cielo, el supuesto don de la vida eterna, dentro de nuestros enormes pero frágiles cuerpos de carne y hueso.
Difícil es darse cuenta de la vibración y el mal movimiento al que estamos condenados. Todo comunica a gritos que estamos al borde del colapso y a mí la cabeza ya no me da a basto para escribir tanta poca cordura que pasa desapercibida frente a nuestras franqueables ventanas apuntando hacia el espacio. Necesitamos un rugido inmanente, elevar la voz a los más altos decibeles y de una vez por todas, romper el lazo de hierro oxidado con la punta del filo de nuestros propios brazos. Derretir el oscuro cristal del alma vencida por el arma y levantar el puño amenazante contra los bastardos titanes.
No hay oráculo que sirva esta noche en vela llena de llanto.
La sombra se hará cargo de todo lo demás.
A lo lejos Cerbero aúlla anunciando la venida de un reconocido guerrero.
Vencido en combate por la flecha presta de un buen arquero.
Me saluda con respeto y digo
Viaja ligero, ese es mi consejo. |
Texto agregado el 20-01-2018, y leído por 59
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