No hay auroras, no hay ocasos,
solo días y números que se queman en el papel,
estrellas que mueren y nacen
mientras todo cambia y nada cambia
Un cielo gris que permanece
en el reflejo que detecto de la ausencia,
un trofeo de oro para los idiotas,
un recuerdo de barro para el indigente
Hay consuelo y no hay consuelo,
hay una bruma en cada lagrima que no sale,
un grito que resuena por dentro,
que truena hasta los huesos,
pero ahí se queda
Ni luz ni oscuridad, solo un eterno día,
donde el sol viene y se va,
y a veces, no viene,
hay una quietud insoportable,
que comienza en las calles
y llega hasta las venas,
un agotamiento esculpido en pensamiento,
en la ignorancia, el desorden y el desastre
Una palabra, solo una,
cubierta por un velo de sombra,
es el amor, el amor el que no sobra,
en esta era de mascaras pestilentes
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