Al hombre en la efervescencia del mitin, no se le ocurrió otra cosa que pontificar:
- Hay que acabar con los pobres.
- Vámonos María, que este señor la tiene tomada con nosotros.

Por eso la vida, se dice, es un continuo tras otro de equívocos y desinformaciones, menor o mayormente intencionados. Lo que desmiente el ojo lo acaba confirmando la vida y viceversa, lo que entra por la vista se transforma en polvo y arena por la realidad de los hechos. La desinformación es el único escudo frente a nuestros problemas con la policía y el mejor método es darle largas a la avidez informativa que se muestra principalmente a través de la vista. Y ahí radica otra patología, por el postulado primero esa necesidad de ver nos puede conducir a la desinformación y en consecuencia al error que es el origen de la desprogramación de la mente. Por ejemplo, uno se fuma un porro y tiene un accidente de tráfico. Ante la pregunta, evidentemente va a desmentir la realidad de los hechos, es obvio; por lo que el curioso que en principio pregunta para obtener información lo que obtiene es solamente la versión mendaz de lo ocurrido. Siendo preferible no saber que convertirse en un almacén de escusas y falsas apreciaciones, la avidez informativa de ver puede convertirse en el origen de un trastorno mayor que la causa aún. Y eso en el mejor de los casos, cuando se ha obtenido una información por otra y descontando las desinformaciones de nuestra falta de pericia interpretativa de lapsos como el del político del mitin y otros por el estilo.