Te lo digo como madre de un hijo de dos años. Si me preguntaras, te diría lo que significa ser madre, realmente.
Te contaría sobre el embarazo, la incomodidad, las náuseas, los desmayos. Te hablaría de los miedos, de las inseguridades, de todos los riesgos.
Luego te explicaría la forma en la que nacen, los dolores pre y post nacimiento. Te diría sobre las largas noches sin dormir, los llantos, el dolor de los pechos, las mastitis, la ropa llena de leche. No dejaría de mencionar los pañales sucios, la ropa, los reflujos, los mocos.
Si me preguntas, te diría que la mayor parte del tiempo me la paso sin dormir de corrido, sin comer un plato caliente, o simplemente sin dormir ni comer. Nunca más sabrás de duchas largas, de disfrutar tomar sol en la playa o una taza de café o té caliente, o un helado sin derretir.
Te contaría sobre las enfermedades, los malos ratos, las mañas sin razón, las pataletas, las vergüenzas, las ganas de mandarlo de vuelta con la cigüeña. Te diría sobre no saber qué hacer con ellos cuando tienes ganas de ir al baño, o cuando tienes que hacer un trámite largo. O cuando tienes que trabajar y se enferma.
Te diría que la vida deja de ser tuya, que las cosas que hacías no vuelves a hacerlas jamás, que tus selfies ya no serán tuyas, que tus alarmas ya no estarán en tu teléfono, sino que serán llantos.
Que no vuelves a dormir hasta tarde, que siempre llegará hasta tu cama a despertarte, a veces con un llanto, a veces con un grito, o un golpe, un tirón de pelo. A veces con una sonrisa, una carcajada, una palabra.
Que no podrás estar nunca jamás sola, que ya no tendrás nombre porque tu nombre será una palabra que oirás durante mucho tiempo un millón de veces al día.
Si vienes aquí y me preguntas, te diría que si pudiera volver atrás, volvería a tenerlo. Mil veces. |