Las calles de la ciudad tienen misteriosas historias en cada esquina, en cada vereda, la gente se cruza, se observa, se oculta, se apresura. Van y vienen, algunos se detienen, otros giran y vuelven en sus pasos, ya sea por olvidos o quizás arrepentidos de ir hacia algún destino o simplemente porque les gusta el cambio de dirección y van hacia distintos puntos en un libre albedrío. Así se mueven sin patrones y dibujan líneas imaginarias, que fluyen con distintas intensidades de energías, que se modifican, mutan.
Un día como tantos Ella camina por la avenida, ensimismada con su agenda mental, ordenando sus horas y sus acciones y confiando en la memoria de sus pies, los cuales la trasladan hacia la parada de micros para esperar aproximadamente veintiocho minutos a ese que diariamente la lleva hacia su trabajo.
En su andar cada paso absorbe miradas, quizás por sus piernas largas, elegantes y bien torneadas o su cuerpo, el cual es armonioso con ellas. Tal vez sus negros y profundos ojos, en su rostro esculpido por el cincel del algún Dios de la belleza, o solo el enigma del aroma que la precede al pasar. Ella se detiene a la espera del micro y las miradas la acosan sutiles, tímidas y esporádicas, como turnándose para observarla sin molestar. Una de esas miradas es la de Él, un joven, que hasta ese momento solo los mensajes que ingresan en su celular lo abstraen de su entorno inmediato, lee ese mundo virtual de palabras, onomatopeyas y emoticones, algunos mensajes los elude solo con ver el nombre del emisor, otros se convierten en conversaciones tipiadas por sus dos pulgares a gran velocidad. El primer contacto que tuvo con Ella fue su sombra serpenteante en la vereda y casi al instante una brisa y su fragancia, que hipnóticamente lo obligó a levantar su rostro y observarla. Los sonidos de notificaciones de mensajes en su teléfono quedan sin respuestas, El ya no los registra en sus oídos, sus ojos enfocados sobre Ella, pero a diferencia de otras miradas la de El no claudica, Ella se siente observada y responde con su mirada por un segundo y luego esquiva, pero nuevamente la ubica sobre las pupilas de Él. El contacto visual es un hecho, algo en este simple joven la atrajo, un enigma de su femineidad, una pulsión.
De pronto, Él, avanzó hacia Ella, y con simpleza le dice:
- Perdón, pero tus ojos los he visto en mis sueños-
Ella sonríe ante el cumplido, algo nerviosa observa hacia la calle deseando que se retrase el micro y le pregunta:
- ¿Nos conocemos? -
- ¡Deberíamos! - afirma
- ¿No entiendo, que has dicho?
- No creo que nos hayamos visto antes, pero sin dudas, ¡deberíamos!
Ella se sonroja y ve que va llegando su micro, El entiende en ese instante que fortuitamente la atracción es mutua. El micro frena y Ella se dispone a subir. El duda de su accionar por un instante intentando comprender que es lo que le sucede, muy dentro sabe que esto es distinto al pavoneo habitual ante una mujer bella, lo cual acostumbra a practicar para saciar sus instintos libidinosos. Se entrega al misterio y también sube al micro. Todos los asientos están ocupados, él se acerca a Ella, y le dice su nombre como identificándose para establecer algo de confianza.
-Mi nombre es Pablo-
Ella fija su vista lejos de él, como manteniendo la distancia, y responde:
-Lucia-
El extiende su mano y hace inminente el primer contacto físico, ella responde y el tacto de ambos se mezcla por unos segundos en un formal saludo, los dos esbozan una leve mueca en su boca, una tímida sonrisa.
-¿Puedo invitarte a tomar un café? –
-¿Cuándo?-
- Cuando tú quieras.
- Puede ser después de las 18?-
- Si, seguro-
Los minutos se fueron sucediendo muy rápidamente, la charla fue muy fluida entre ambos, lo suficiente para hablar del otro como un ser conocido.
- Permiso, tengo que bajar aquí. Toma, este es mi número-
Lucía le deja una tarjeta personal, y desciende del micro. Pablo la observa como ella se aleja, mientras el vehículo acelera paulatinamente. En ese preciso instante, se siente un gran estruendo, el micro gira sobre sí mismo, y comienza a dar tumbos, la fuerza centrífuga hace que todo lo que está dentro golpee violentamente contra las paredes del vehículo, se escuchan los vidrios destrozándose, gritos, y chirridos. Los segundos se transforman en minutos de desesperación y en un momento, como si se detuviera el tiempo, todo queda inmóvil y en silencio. Las barreras del cruce ferroviario están destruidas, la formación de acero ya se encuentra quieta y el micro es solo un garabato deforme, humeante y esparcido por todos lados. Los curiosos se acercan, los solidarios también, luego, un poco después, se escuchan las sirenas de los bomberos y las ambulancias.
Los días pasaron, desde ese fatídico día, Pablo abre sus ojos suavemente, la luz le molesta y las imágenes que sus ojos reflejan se ven distorsionadas. Intenta enfocar, al menos un poco y mueve su cuello para poder deducir en donde está, siente dolor en cada centímetro de su humanidad. Su cuerpo recostado en una cama, en una habitación de hospital, suero ingresando por uno de sus brazos y cables de un monitor pegados en su pecho. Alguien se acerca, escucha sus pasos.
-¿Qué hago aquí? ¿Qué me pasó?-
- Tranquilo, era hora que despertaras- Le dijo la enfermera.
- Ya regreso, no intentes moverte aún por favor-
La enfermera sale de la habitación en busca del médico, el cual llega rápidamente.
-Bueno. ¡Enhorabuena!¡Bienvenido! ¿Cómo se siente?- le dice el doctor mientras comienza a revisarlo.
- Me duelen mucho mis piernas, me siento débil ¿Que me sucedió doctor? Mi último recuerdo es que estaba en una parada de micros… -
- Tuvo un accidente, el micro en el que se trasladaba fue arrollado por un tren y usted nació de nuevo amigo. Sus piernas se están recuperando bien de las fracturas, al igual que los traumas en su columna. Necesita rehabilitarse. También sufrió un fuerte golpe en la cabeza por lo que estuvo en coma farmacológico. Ahora descanse, yo voy a ponerme en contacto con sus familiares.
Pablo se encuentra confundido, apoya su cabeza en la almohada y se dispone a seguir al pie de la letra lo sugerido por su médico: descansar. Cierra sus ojos, la puerta se abre e ingresa la enfermera, le dosifica el suero y le añade los medicamentos necesarios, observa el monitor y sigue la rutina diaria para evaluar la evolución del paciente.
En un momento Pablo abre sus ojos y observa a la enfermera, ella también lo mira, y él le dice: - Tus ojos -
-¿Que sucede con mis ojos?- Responde ella
- Estoy seguro que los he visto en mis sueños-
- Seguro que sí y aún me debes un café. ¿Lo recuerdas?-
Pablo esboza una gran sonrisa.
-¿Lucia?
- Si -
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