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100 Frases históricas

Hace 70 años, Unamuno se enfrentaba a Millán Astray con una frase, “Venceréis, pero no convenceréis”, que hoy se utiliza en contextos ajenos a la Guerra Civil. No es el único caso de expresión que ha sobrevivido al tiempo en que nació. Magazine propone un viaje por 100 sentencias .

Por Alberto Rojas

Sólo la intervención de Carmen Polo, esposa de Francisco Franco, impidió que la celebración terminara en tragedia cuando el general Millán Astray, increpado por Miguel de Unamuno, echó mano de la pistola para poner las cosas en su sitio. La primera dama cogió a don Miguel del brazo y lo sacó de aquella sala cuando los empresarios de pompas fúnebres ya se frotaban las manos. Era el 12 de octubre de 1936, Día de la Raza en una España que ya se desangraba desde hacía meses por la Guerra Civil. En aquel contexto bélico, el viejo profesor presidía el acto de exaltación de la patria en la Universidad de Salamanca –de la que era rector– junto a Astray, aquel legionario tuerto.

Ante las críticas feroces de Astray hacia Cataluña y el País Vasco –«dos cánceres en el cuerpo de la nación» que merecían ser exterminados–, el filósofo alzó la voz y, con gran dominio de sí mismo, afirmó: «El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada». El militar, acompañado por una escolta de legionarios con metralleta, saltó como un resorte: «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!». El poeta José María Pemán intentó mediar entre ellos, pero fue inútil. Unamuno, harto de discutir, concluyó tajante: «¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, pero no convenceréis».

Hace ya 70 años, Unamuno convirtió aquella frase en una de las más célebres de la contienda y de la reciente historia de España. Su desafío verbal ha encontrado más eco en su biografía que todas sus obras juntas. Su «venceréis, pero no convenceréis» cumple con los 10 mandamientos del mejor eslogan, aquel que, según el publicista Luis Bassat, puede convertirse en inmortal: corto, memorable, profundo, brillante, simple, único, impactante, perdurable, creíble y relevante.

Pero la de Unamuno no fue la única consigna de aquella contienda que quedó grabada con fuego en el imaginario colectivo. El «No pasarán» de la propaganda republicana ante el asalto a Madrid de las tropas rebeldes también se recuerda, se repite, se reutiliza y se extrapola a otras situaciones. Fuera de nuestras fronteras, Winston Churchill prometía «sangre, sudor y lágrimas» a sus conciudadanos y les dejó una frase para la posteridad. Roosevelt, escocido por el bombardeo japonés de Pearl Harbour, bautizó aquella jornada del 7 de diciembre de 1941 como «el día de la infamia». Como la convirtió en una consigna eterna, muchos periódicos la reciclaron para definir la masacre terrorista del 11-S en sus titulares del 12 de septiembre de 2001. Y es que parece que la Historia se esculpió a base de oraciones célebres, porque cada acontecimiento histórico tiene la suya. Desde el «Alea jacta est» de Julio César hasta el «España va bien» de Aznar, millones de frases jalonan el devenir humano.

Para la Historia de España, «Poderoso caballero es don dinero» (Quevedo), «Con la Iglesia hemos topado» (Cervantes) o «La vida es sueño» (Calderón) son sólo tres ejemplos del enorme poso de frases reutilizables que dejó el Siglo de Oro. Y paradigmas también de lo que han cambiado los referentes culturales de aquella España a ésta son las expresiones de Mariñas («Que te calles, Karmele»), Dinio («La noche me confunde») o Sofía Mazagatos («Estoy en el candelabro»).

De hecho, el mundo de la publicidad y del márketing ha evolucionado hasta el punto de concederle a la frase un valor icónico a la hora de vender un producto o presentar a un candidato a unas elecciones. Es más, hoy representa la diferencia entre el fracaso y el éxito.


(continuará)

Texto agregado el 06-01-2018, y leído por 70 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
07-01-2018 Poder de síntesis que le dicen. "A buen entendedor pocas palabras". Un beso, Carlos. carlitoscap
06-01-2018 Tu bien documentado texto se desliza exquisitamente sobre tu redacción inteligente, experta, consumada. Permíteme recordar un trozo del poema de Unamuno desencantado ante la ausencia de aquella magia navideña de su infancia: "Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar." -ZEPOL
06-01-2018 Espero por el siguiente. Tejera
06-01-2018 Unamuno se jugó el cuello aquél día. De eso no hay duda. El cierre es genial y bien cierto ***** grilo
 
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