El callejón
Por un pasillo
obscuro, mi cuerpo
repta con dificultad.
Mis ojos negros nada
ven, ni mis manos
huesudas nada sienten,
nada palpan solo el frio
penetrante del piso
obscuro.
Al final del
corredor llego
a lo que parece ser un
umbral, donde una puerta
resquebrajada, vieja, olvidada
y rodeada de sombras, me
observa y sonríe con sorna.
Ya no puedo continuar,
mis piernas y brazos
están entumecidos,
un frio gélido se cala
por mis huesos, escucho
voces macabras, burlonas
que me dicen- Ríndete,
de nada sirve seguir luchando,
estás perdido.
No las escucho , no
permito que me
domine la congoja
o la desesperación.
Cruzo por el umbral,
salgo al exterior, veo
una luz tenue, con un brillo
exiguo como el de una
vela en su lecho de muerte.
No es mucho,
lo sé. Sin embargo,
es un comienzo, eso
es algo por lo que vale
la pena mantener la
esperanza latente.
Sonrió, estoy de vuelta.
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