Al salir de trabajar, de aquella mecánica, repetitiva e inexigente labor que consume mi día, una míriada de ojos saltan a mi vista: cafés, oscuros, melosos, dulces ante el verano y el viento templado de su celosa noche. Y todas aquellas miradas perdidas, escapando de la fijación voluntaria, las mastico con fervor mítico, a la pos hedonista que heredé de mis ancestros. Me doy cuenta, en el pecho donde hierve mi corazón, y en las reverberantes luces que ellas irradian y se fusionan con el espeso cielo negruzco, que adoro la belleza de la mujer. En cada surco, la sonrisa, las caderas y los senos, es inaudito pensar que muchos existen solo para desenterrar la bestia del humano y entrar en ella solo por hambre de la carne, cuando es tan sublime apreciar su grácil lugar en el mundo: ser poesía. En todos lados aquella eléctrica marejada de polen me acaricia bajo la piel, observando y recordando cada pequeño teatro que significa su solo andar. La pasión humana comenzó con Eva y no acabó, ni acabará jamás. Helena fue la discordia más bella de la historia. Y el solo imaginar cómo se anida al alma su voz delgada, y va devorando y sumiendo en la oscuridad todos nuestros sentidos, para finalmente besarnos, o abrazarnos, o poseernos, hierven las estrellas en el estómago del amante. Es bello. Pero duele cuando aquella sensualidad natural se ve pervertida por los males modernos; no me gusta que te maquilles, la belleza plástica apesta cuando el fuego arde. La chamusquina del plástico me es intolerable al hacer el amor. Una mujer es el eucalipto que espera paciente la lluvia de agua hervida para dormir la razón con su aroma sensual. Y me dejaría dominar con sus más puras intenciones. El cuerpo de una mujer es invaluable. Cuando se vende, muere el valor de la mistica humana, mueren las pasiones más elevadas y se quedan con nosotros las más avernas. Ella no goza, solo hace el deber. Él sacía un hambre animal, solo deja de ser hombre. ¿Las razones? Las más penosas. El mundo ha engullido, sin gracia blanca de leviatán, el hermoso dolor placentero de contemplar a una bella mujer. Se ha banalizado su imagen, su gracia de ciervo, y su figura se ha estereotipado. Al salir de trabajar, me doy cuenta que mi pasión es fuerte, pero el mundo es monstruoso. Amar así se ha vuelto muy difícil. |