Eso


Quiero decirte, aunque no lo preguntes, del recuerdo que más atesoro de nuestra primera vez, no sé tú. Esa lubrica vivencia que al recordarla me pone las piernas de trapo, me humedece la entrepierna y hasta me arranca un suspiro del alma, si es que las almas suspiran.

Fue aquel beso un preámbulo fogoso, gozoso, como cabalgar sobre de una ola de placer y desde la cresta del éxtasis descender como en un tobogán a la calma placentera, tomar impulso desde la espera para sumergirnos después en otro torbellino de lujuria.

Sí, aquel beso que mucho tuvo de incendiario, porque desde entonces nada apaga mi sed de amarte, fue un beso infinito que todavía me estremece y hace suspirar. Y fue en la ardiente succión de aquel beso que dejé entre tus labios mi corazón preso y en su proceso, tus manos ávidas de primicias conocieron parte por parte lo virginal de mi cuerpo.

¿Lo que siguió de aquel beso? ¡Ah, no me alcanzan las palabras para describir eso!


Sami