Cuento
DE ROJO Y ESPEJOS
Mi espejo siempre es mi cómplice, esté yo como esté, triste o alegre, animado o decaído y aun así, me vista con lo que me vista, siempre me muestra una gran imagen en la que me veo radiante, esbelto, elegante y hasta hermoso. Cosa que no hacen otros espejos, sean estos del metro, del autobús, de la calle, de las tiendas o de la peluquería, siempre me muestran un reflejo, con bastante obesidad, bajo de estatura, semi-calvo y canoso, y me queda una gran duda que lleva a preguntarme: ¿Todos estos son espejos farsantes o el mentiroso es el espejo de mi casa?
En cambio hoy…¡Milagro!
Por primera vez encontré otro espejo amigo en una gran tienda donde entré a comprar un par de pantalones y mirando me entusiasmé con una casaca, una chica vendedora me ayudó a ponérmela y me dijo:
—Le queda muy bien, mírese —y me indicó un gran espejo.
Al mirarme en ese espejo inmediatamente lo sentí amigo, pues allí (Ante, dentro, con, o detrás de él, la verdad es que nunca he podido saber si el espejo o su reflejo está en esta o en otra dimensión) estaba el tipo que creo y quiero ser. Allí estaba yo: Alto, delgado incluso esbelto, con poco pelo sí, pero corto y peinado y mucho menos canas. Ese era yo, por lo menos el que creo ser o la imagen que quiero mostrar.
En ese momento se me cayó el llavero y sin dejar de mirarme en el espejo me agaché a recogerlo y sorpresa allí a unos cuatro o cinco metros dos chicas jóvenes y bellas me miraban y sonreían, una le pegó con el codo a la otra para que dirigiera su vista al espejo y allí estaban mirándome y sonriendo dos lindas chicas dependientas de la tienda. Estoy casi seguro que me sonrojé, pero me vanaglorié de mi pinta. Y bueno, me dije es lo que hay, es la percha…
Me acerco a la cajera y le digo:
—Siempre me han tocado espejos mentirosos, espero que este no lo sea, la imagen mía que refleja es de mi agrado, es decir me veo muy bien y no pasa como en la mayoría de ellos que me entregan una imagen distorsionada y a veces contrahecha, Salvo con la única excepción que es el reflejo que me devuelve el espejo del baño de mi casa, el cual siempre me muestra una figura que cumple las expectativas que me satisfacen.
—Es un buen espejo, —me dice la vendedora y agrega: —es de cristal muy fino, lo trajeron de una tienda de remates de antigüedades, y además esa casaca le queda muy, pero muy bien y… y usted… usted es muy guapo…
—¡Ooohhh Gracias, gracias! Qué bien, entonces la llevo y si pudiera me llevaría el espejo también —atiné a decir mientras sentía que mi cara cambiaba de colores y medio balbuceante agregue mirando a las dos dependientas:
—Y por lo que veo las chicas opinan lo mismo… —comento yo
La cajera me dio las gracias y la boleta por la compra, me quedó mirando, tenía unos ojos verdes hermosos, se acercó a mí y hablándome cerca del oído, en voz baja me dijo:
—Señor se ve muy bien, además como ya le dije Ud. es muy guapo, pero… súbase el pantalón o ajústese el cinturón, cuando se agachó a recoger su llavero se le vio gran parte de su anatomía posterior mostrando una tira de género color rojo que se perdía de una línea central bastante oscura... y por eso la risa de las chicas, ellas lo vieron y yo… yo... yo también lo vi…
¿Mentirán los espejos o solamente reflejan una imagen de la realidad?
Incluido en libro: Cuentos de Vientonorte
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