Sin escuchar nuestra propia voz,
sin seguir los consejos
que no precisan ser aconsejados.
Con un realismo asustador
que nos precipita al acantilado
caminamos siempre a la deriva
y nos entregamos a vacuas lamúrias
que nos consuelan y nos adormecen

Sin escuchar avisos,
susurros, gritos y lamentos.
Sin sentir la profundidad de la herida
con la práctica del auto sacrificio
que enmudece el presente.
caminamos siempre a la deriva
e ignoramos que somos parte de un todo
que se desintegra a nuestro alrededor.

Sin escuchar los rayos de sol,
sin escuchar el frio pertinaz
sin escuchar tormentas, ciclones e incendios
que difuminan nuestro futuro
y alertan a todos nuestros mitos,
incapaces ya de la metáfora
caminamos siempre a la deriva
y lo dejamos todo a la ventura
en un epicureísmo invertido
que nos remedia de lo irremediable,
que nos sentencia sin pesimismo.


Sin atender a las llamadas,
sin observar nuestra real condición,
que somos solo meros invitados.
Con un orgullo presuntuoso y hostil
que nos condena in extremis
caminamos siempre a la deriva
y ya no somos más capaces
de evitar lo inevitable.

CODICIA, ORGULLO, ESTUPIDEZ, DERIVA

Y FIN.