Por más que pasen los años, no te puedo sacar de mi corazón. No es que lo esté intentando todo el tiempo, de cualquier manera.
Dicen que el tiempo todo lo cura, pero mis heridas siguen intactas. A veces siento que me ayuda a ver quién soy realmente. Con el tiempo uno aprende a vivir con el dolor, con la angustia y el anhelo de estar en brazos de la persona que ya no está más a tu lado. Y que siempre dudaste si realmente te amó o no.
Quién sabe en realidad. Quiénes somos para decir si alguien ama de verdad o no. No podemos meternos en los corazones de los demás para averiguarlo, por eso todo esto del amor siempre se complica. Solo nos queda creer en la palabra del otro. Y la verdad no estoy segura de haberte creído en ese entonces, cuando me mirabas a los ojos antes de besarme y luego sonreías ligeramente, como si estuvieras nervioso. O fingiendo. No podía creerte, por más que me dijeras que entre creer y dudar, siempre elija sentir.
Sin embargo, si me preguntaras en estos momentos de mi vida, te diría que si. Que estoy segura de lo mucho que me quisiste. Ahora te lo creo.
Pero no me lo preguntarás nunca, porque ya estás muerto.