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Cuento



¡FELIZ NAVIDAD ABUELO!


Un anciano jubilado está sentado y cabizbajo, en una parada de buses de una ancha avenida en vísperas de Nochebuena. Sus manos se notan temblorosas y en sus mejillas tiene marcado el rastro de lágrimas recientes.
La luz roja del semáforo detiene un automóvil moderno tipo Van con tres corridas de asientos, en el cual viaja una familia completa con varios niños que van alegres jugando con globos y van rodeados de muchos paquetes de regalos envueltos en papeles multicolores.
Los niños miran al anciano y al unísono con toda la potencia de sus voces infantiles le gritan:
—¡Feliz Navidad Abuelo!
—¡Feliz Navidad y que tenga una linda Nochebuena!
Él les brinda una mirada triste y trata de dibujar una sonrisa en su rostro compungido.


Dos horas antes el mismo anciano estaba esperando su turno dentro de un supermercado cercano, para pagar en una caja todo lo que había comprado.
Algo más de una hora tardó en elegir todo lo que había echado en el carro de compras, algo más de una hora para hacer cuadrar las compras con su bolsillo de viejo jubilado.

Cargó en el carro todo lo que una vez al mes compraba para su sustento mensual, arroz, fideos, azúcar, aceite, té, algunas conservas, un poco de frutas y verduras y otras cosas menores, pero hoy por ser víspera de Nochebuena sacó cuentas y agregó un pan de navidad , un trozo de carne para asado, papas pre fritas y ensaladas, pensó un poco y agregó también una barra de turrón (En su niñez pobre, no recuerda como, pero siempre hubo turrón de algún tipo en la mesa de Nochebuena).

Cuando pasó por el sector de los vinos lentamente fue mirando marcas y precios, se detuvo frente a uno de los vinos tintos que tomaba cuando las circunstancias eran otras que no vale la pena recordar, total ya fueron y pasaron.
Volvió a sacar cuentas y la plata no iba a alcanzar pues había que dejar para los otros gastos de otro mes, pero aun así igual echó al carro una botella de bastante menor precio que aquella de tiempos idos, de todas formas ese era su lujo y su regalo para acompañar su frugal y solitaria cena de Noche de Navidad.

Llegó su turno en la caja, pagó la suma de todo y junto con el vuelto la joven cajera le dedico una sonrisa y un:
—¡Feliz Navidad Abuelo!
—¡Feliz Navidad Abuelo! —le dijo también el muchacho que le entregó su compra en dos bolsas de plástico.
Otro muchacho muy amable lo ayuda a cargar las bolsas hasta llegar a la calle y sin recibirle la moneda que el anciano le quiere dar, le dice:
—No se preocupe abuelo, que tenga Ud. una feliz Navidad.
Como es temprano y el día no está muy caluroso decide ir a su casa caminando y así ahorrarse el boleto del bus.

Camina tres o cuatro cuadras, ya es más de la mitad del camino y se sienta en una banca del paradero de buses a descansar y fumar un cigarrillo; mientras lo hace se acerca un joven de unos 17 años y le pide fósforos para encender un cigarrillo. Le pasa una cajita de cerillos, el joven enciende un cigarro y le pregunta al anciano si vive lejos, el responde que como cuatro cuadras más al sur, entonces el muchacho dice: yo voy para el mismo lado si quiere le ayudo, déjeme cargar las bolsas, el anciano agradecido permite que el joven cargue las bolsas.

Al poco andar, no más de veinte metros, el muchacho corre atravesando la calle, esquivando los automóviles que van pasando y raudo se aleja llevándose las bolsas y la navidad del abuelo.
Nadie lo ayuda, la poca gente que transita por esa calle prácticamente no ven lo que pasa o se hacen los desentendidos.

Ladran unos perros tras verjas de casas vecinas, también se oye el ulular de una sirena que poco a poco se pierde en la distancia.
Compungido vuelve a sentarse en la banca del paradero de buses y piensa en la sabrosa cena que iba a preparar.
Piensa en la barra de turrón que le recordaría la niñez.
Piensa en el vino tinto que la suma y resta de las monedas le permitió comprar.
Y piensa en el largo mes esperando la próxima fecha de pago de la escuálida pensión.


Los niños del automóvil con su inocencia le sacan de sus cavilaciones y le recuerdan la fecha, le dicen que esa noche estarán esperando a Santa Claus que vendrá con muchos regalos. El menor de ellos le pregunta si le pidió algún regalo a Santa, él le devuelve una sonrisa triste y responde:
—Miren, allá en aquella esquina se va escondiendo Santa Claus y lleva mis dos bolsas con regalos de Navidad.
Obedeciendo a la luz verde del semáforo, el automóvil parte raudo en busca de la Nochebuena y los chicos alegres vuelven a desearle con todas sus sinceras e inocentes sonrisas:
—¡Feliz Navidad Abuelo!
—¡También para ustedes niños, una esplendida Nochebuena y una linda Navidad! —les respondió el anciano, trasformando en una gran sonrisa su rictus de amargura.




Incluido en libro: Cuentos de Vientosur
©Derechos Reservados

Texto agregado el 09-12-2017, y leído por 172 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
10-12-2017 Tu cuento es tan verídico en estos tiempos, pero deja una enseñanza muy tierna aunque su presente no es alentador el abuelo tiene para esos niños una sonrisa acompañada de las palabras mágicas "Feliz Navidad". sensaciones
09-12-2017 Ohhh, me quedé muda ante lo que le sucedió a abuelo...No consigo creer que esas cosas sucedan, pero sin duda, pasan. Muy tierno tu cuento, me encantó! MujerDiosa
09-12-2017 Lo he leído con ese espíritu que la Navidad suele brindarnos. Tiene ternura en el personaje del abuelo. Muy bueno. 5* BarImperio
09-12-2017 Dulce y emotivo con ese aire inspirador que siempre regala la Navidad a los seres que como tú, aún sienten profundamente y saben apreciar los detallitos de la vida. Un full abrazo, Vicente querido. SOFIAMA
09-12-2017 La Navidad es muy inspiradora. Hipsipila
09-12-2017 Ainss...no se puede uno fiar de nadie ni en Navidad. ***** grilo
 
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