Poema



Y… EL TRIGO MADURÓ


Por tu pelo supuse que emergiste de un trigal dorado,
matizada con destellos de vino espumante de un valle central.
En tu cantar cristalino traías murmullos de manantial y sur andino,
y con tus palabras, en letras, dibujaste en mis retinas un cuerpo de mujer.

El tiempo de estío trajo versos escritos en páginas virtuales,
inquietudes compartidas en minutos sustraídos a horas ajenas
y situaciones hilvanadas con el hilo etéreo de la casualidad buscada,
transformadas en verso, silla, escritorio, mascota, amistad y más.

El trigo maduró, pasó el otoño, llegó el invierno.
Los murmullos cristalinos fueron ríos que se perdieron en el desierto
y las letras se alejaron tal como lo hizo el veranito de San Juan;
por los restos del trigal, las burbujas del vino y la falda de la montaña.

El viento arrastra retazos de paisajes pintados en el aire,
que iluso trato de atraparlos e imprimirlos en el telón de mis retinas;
pero poco a poco se esfuman en el humo de los rastrojos del trigal
que dibuja interrogantes en el horizonte de mi mirada actual.



Incluido en el libro: La espiral del viento.
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