He perdido varias estrellas doradas,
pues, no eran gran cosa,
recubiertas todas ellas de lata,
no eran imprescindibles, esfinges leprosas
¡y aquí me ves tan viva y rota!,
mostrando las agallas de una fiera salvaje
más que de una dama estoica.
La decepción del amor mutila,
la mediocridad es un componente que contamina,
la amistad es una palabra demasiado grande
para los seres que prodigan la falsa nobleza
de un alma que vive de apariencias, ¡tonta deforme!
Ya no creo en nada ni en nadie,
excepto en aquellos habitantes
que perecen bajo la piel que envejece,
¡porque en ellos está la verdadera vida
y su verdadero sentido!,
no hay mentiras en el dolor y en su suplicio,
no hay heridas en vano
para transformar en tinta esa agonía.
Siempre solos ante un mundo decoroso,
ante la necesidad del ser por estallar
en el interior de su templo,
en cada pasillo de pinturas
que representan rostros de barro
y dioses dando cátedra del concepto de "humano".
Ya no pienso
Porque la ternura se decapita en el umbral del pensamiento
y nada late tanto como el despertar de la conciencia,
bajo un cielo que contempla el sufrimiento
y se recubre de invisibles tristezas.
Ya no duermo
porque ahora sueño,
no le temo a mis miedos porque son pequeños,
no me muero por nadie que no valga el consuelo,
no acumulo pesares
porque deseo estar liviana cuando me llegue la hora
de deshabitar la jaula,
porque todo es posible con el corazón limpio
y la mente clara.
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