Quedamos de vernos en el restaurante Frida, de alguna manera teníamos q celebrar el encuentro, no todo iba ser conferencias, mesas de trabajo, pronósticos económicos. La plática, el vino, la música de mariachi, todo se impregnó en el tiempo. Pero sin querer, regresábamos a lo mismo: las diferencias q teníamos para el pronóstico de la economía para el siguiente año.
Como funcionario de Hacienda Javier proponía un pronóstico moderado en cuanto a la inflación, por mi parte, le decía que eso no nos favorecía con la precepción que tenía el común de la gente.
Finalmente decidimos dar el carpetazo final al asunto, y disfrutar el juego de béisbol que se trasmitía en una sala, en donde los Astros de Houston se impusieron a los señalados favoritos Dodgers de los Ángeles.
Al salir, amablemente Javier se ofreció a llevarme a mi hotel, pero sabía que íbamos por rumbos diferentes por lo que deseche su oferta y pedí al amable mesero que llamara un taxi. Acababa de encender un cigarrillo para tratar de disipar el frío, cuando hizo su aparición el vehículo.
- Caballero, ¿a qué dirección va?, dijo el taxista.
Me alegró esa frase reverente y solemne. Después de darle la dirección, pregunte al taxista de aproximadamente 60 años, de aspecto cansado, arrugas visibles en rostro y manos, y con el cabello encanecido.
- ¿Ha tenido una buena noche de trabajo?
- desgraciadamente no, con usted es apenas el segundo “viaje” que hago, cada vez hay menos gente que toma taxi.
- ¿No le resulta peligroso y pesado para su edad trabajar este turno?
- Pues sí, es peligroso porque no sabe qué tipo de persona se va a subir, se expone uno. Pero tengo que trabajar porque mi pensión no me alcanza, todo está muy caro y es un hecho que al final de año suben las cosas. Tendré problemas para comprar huevo, pan, leche, tortillas, pagar la renta y ya no podré ir a mi pueblo seguido a ver a mis padres, ir al cine y mucho menos llevar a mis nietos a pasear.
Todo ello me hizo reflexionar, mientras lo observo y escucho me pregunto que, cuando me jubile trabajaré de taxista, para tener una percepción más completa de la realidad de la vida.
En esas reflexiones estábamos cuando de repente se nos atraviesa una camioneta de forma intempestiva, bajan dos tipos con rifles en mano apuntándonos:
- ¡Esto es un asalto, sus pertenencias, rápido!
El taxista baja la mano izquierda como buscando un desarmador para defenderse, le digo que no lo intente, afortunadamente me hace caso. En una acción ultra rápida, en cuestión de segundos nos despojan de relojes, carteras, y teléfonos celulares. Antes de huir, en pleno acto de intimidación, disparan a un neumático, y rompen el espejo lateral.
Nuestra dualidad cuerpo-mente no respondió de inmediato, tardó en reaccionar. El silencio fue testigo de nuestra impotencia.
- Es la segunda vez que me pasa esto, dijo el taxista, creo que ya no recogeré pasajeros en el Frida.
Sin esperar respuesta añadió: cambio la llanta y lo llevo a su domicilio.
Al día siguiente al estar discutiendo con Javier y el Comité designado, los pronósticos de incremento de la carestía de la vida, fui convincente para augurar un aumento significativo de cuatro puntos porcentuales. Y cuando tocamos el tema de la inseguridad es evidente que propuse un incremento demostrativo. Si tenía dudas de proponer un postulado razonable a la alza, los hechos ocurridos la noche anterior, las disiparon.
|