Benedetti dice que cuando uno llora, llora por todo lo que no ha llorado antes. Ciertamente hay una gran verdad en ese pensamiento, hoy tengo ganas de llorar, necesidad de que me den un abrazo que me arregle el alma, un abrazo que le devuelva el calor a mi corazón y ¡pensé en vos!, tu rostro se precipitó como un resplandeciente recuerdo y tuve ganas de llorar con todas mis fuerzas.

Vos no me darías ningún abrazo ni siquiera sabrías de mis tristezas cotidianas, porque nunca te importó saber de mí ni hacer algo al respecto para sanarme de tanta insanidad externa pero aún así tu rostro me acecha y desarma toda esperanza.

Como una especie de tortura, la memoria azota mi alma con tu presencia llena de ausencias y me dueles, me desintegras. He comprendido que estoy sola, que siempre estuve sola, en mis días de huérfana, en los días de mi adolescencia, en la adultez temprana. He comprendido que tus brazos morenos no serán el refugio en el que adormecerá mi dolor.

Estoy sola y el viento del sur latiga las calles de mi primavera, el cielo es un óleo de pequeños estallidos de cenizas y siento tanta tristeza que necesito sentarme a re-escribirme a mí misma, de abrigarme y darme en las palabras la redención que anhelo.

El llanto lava la suciedad del alma pero hay personas a mi alrededor y hablan pero no les importa mi dolor, no les pesa la vida tanto como a esta maldita desgraciada. Hay gente y no les importa nada mientras habitas en mis pensamientos y tus abrazos son las ausencias que ya no duelen porque las palabras han tomado la desesperanza de tu recuerdo por el cuello y todo de vos, ha tomado la dimensión de un DIMINUTO eco que ya no logra traspasar la transparencia de mi ser.

La conciencia me ha cubierto con el manto mágico de su grandeza y tu indiferencia ha sido una lección a mi amor propio, ha sido un arrebato de pena que oprimió el corazón y lo ha dejado devastado.

Llorar ante un Dios que no fue padre ni salvador, llorar mirando un cielo cerrado de nubes y polvo que no me ha dado el alivio que he buscado desde que me han parido en este miserable mundo. Bajar la mirada al suelo y sacudir la tierra de mis pies, éstos que añoran la salada inmensidad del mar y la hierba que trae consigo la paz floral.

La noche ya es una realidad letal y los ojos han cesado su diluvio interior para aclarar el paisaje y pintar dentro mío los colores de un arco iris mientras que el alma ha hallado en las revelaciones de la conciencia el límite del sufrimiento.

Benedetti dice que cuando uno llora, llora por todo lo que no ha llorado antes y ciertamente, tiene razón...