Busco tu alma dulce, tu alma convencida, perder el miedo, estar, como contigo estaría, miro los cielos del otoño, como miraré los del invierno, y desde esta soledad aterrorizante clamo por saber que existes. Eres esa mujer, sabes que lo eres, dispuesta por don divino para ser acariciada, para dejar saciar mi desnudez con la suavidad de sus cabellos. Debes estar en algún lugar, hay planetas, hay soledad, pero allá donde estés, llegará agotado mi deseo de encontrarte, la paciencia me naufraga en estos mares de tiempo, la ilusión me renace en todos los minutos, y respiro por ti, aunque sigas y continúes en ese lugar desconocido. Tendré que seguir, contando los minutos sin ti, esperando en este vacío tan difícil de respirar, navegando con la imaginación sobre los mares del polo, sobre todo el pacífico quizá. Pero no olvidaré mirar al cielo, porque tú eres mi posibilidad de creer, y si eres un ave, quiero reconocerte por la forma de volar, si eres un pez, por tu forma de nadar, y si eres una mujer, te reconoceré por tu forma de unir las palabras a mi forma de sentirlas. Quiero saber de tus ojos, del mar de Alejandría, de la historia, y de todo futuro calmado. Deseo saber de tus noches soñadas, de tus minutos imaginados, y de tu mismo deseo de encontrarme.
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