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Cuando la policía dio con él, llevaba ya a cuestas un gran número de muertes. Durante el juicio estuvo tranquilo. Reconoció cada uno de los cargos que se le imputaban, y en ningún momento se le vio arrepentido. Con la mirada firme, contó que lo hizo por su padre, a quien amaba por encima de todo en este mundo, y que lo volvería a hacer si continuase aun en libertad.
El corazón de su viejo no daba para más. Con urgencia necesitaba un trasplante. Pero quedó muy decepcionado cuando los médicos le explicaron que la lista de espera era extremadamente larga, y que lo más probable era que muriera mucho antes de que llegara su turno para el quirófano.
Entonces decidió actuar por su cuenta. La idea le vino de golpe. Era un buen mecánico, y le sobraban habilidades para intencionalmente descomponer vehículos.
Se fue por la ciudad a trabajar aleatoriamente en los autos que encontraba aparcados. Gracias a esto, fue muy notorio ese mes el aumento de accidentes y muertes por toda la comarca. Con ello, la lista de espera avanzó más de prisa.
La policía vino a interrumpir su obra. Y lloraba ahora de impotencia en su celda, lamentando no haber sido más eficaz, y temiendo que un día llegara hasta él la fatal noticia de la muerte de su padre.
Una mañana, mientras estaba en el patio tomando el sol junto a los demás reclusos, un grupo de ellos lo rodeó. Era una venganza planeada. Algún familiar de una de sus víctimas quiso hacer justicia. El cuchillo le desgarró el cuello.
Cuando los guardias llegaron a poner orden, ya nada podían hacer. Llamaron con urgencia al hospital.
Media hora más tarde, también su padre era localizado. El turno le había llegado. Era el momento de cambiarle el corazón.
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Texto agregado el 18-11-2017, y leído por 76
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