ROSA ENCANTADA
Un hombre de sobretodo negro entro al jardín familiar, corto una rosa blanca y mirando sin ver se fue alejando calle abajo.
En su solapa la pequeña rosa sufría un desvanecimiento, estaba sofocada, la tela oscura le nublaba los pétalos- y sentía en su centro de almíbar un profundo dolor. Acostumbrada a la succión de las abejas, esto se sentía terriblemente horroroso.
El hombre sin saber lo que la flor sentía, seguía su andar lento y torpe. De pronto un silbido le roso la nariz a rosita, y varios de sus hijos cayeron al piso; sentía que la llevaban en una carretilla, el ruido de los pasos se le hacía insoportables- varias veces estuvo a punto de caer del ojal, le hubiera gustado- porque de esa manera aunque sus pétalos se marchitaran un poco con el golpe, ella huiría de allí buscando refugio en algún jardín cercano.
Pero no pudo ser, sus pétalos fueron deshojándola, sentía que moriría en plena oscuridad, ella tan blanca y pura, llevada así por la tragedia.
Cuando solo le quedaba un pétalo para su fin el hombre se paró bruscamente, su centro y pétalo estaban mojados y calientes, como no podía ver, pero si oler se quedó quieta en ese lugar. Percibió que la persona se hallaba pronta a su fin.
Luego unas manos salvadoras, la rescataron de su oscuro lugar enviándola lejos en un soplido. La brisa que siempre anda de ronda la descubrió deshojada- y lentamente susurrándole una canción de brisita la deposito en tierra firme.
De su centro se desprendió justo a tiempo su último pétalo- junto a las semillitas que lograra guardar; y así, de nuevo sobre un pequeño jardín, volver estrellada para ser una blanca rosa encantada.
Alessandrini María del Rosario
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