Desde que Moreno ayudó a su vecino a mudarse han sido mejores amigos. A veces se juntan los fines de semana a conversar sobre temas que a nadie le interesan. A Moreno le gusta escuchar la voz cadenciosa de Martínez cuando habla del expresionismo abstracto. A Martínez le encanta la curiosidad infantil de Moreno por prácticamente cualquier cosa. Ambos piensan que el otro vive en un mundo paralelo, donde les gustaría entrar y hacerse compañía.
Cuando Martínez se despide con un “nos vemos” el rostro de Moreno se ilumina con la promesa. Más tarde, en la soledad de su hogar, filosofa sobre la extraña sensación en la boca de su estómago, que lo hace sentir triste y feliz al mismo tiempo.