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A su avanzada edad, el cuentacuentos se esmeraba para poner énfasis en sus palabras; gesticulaba, entonaba y se hacía acompañar por adecuada expresión corporal. Había aprendido su oficio ejerciéndolo por más de un cuarto de siglo, quizá por seis lustros.

Algunos abuelos de su actual público disfrutaron con sus cuentos, luego siguieron los padres de quienes ahora lo rodeaban. Iban por docenas y salían muy complacidos, siempre deseaban regresar el sábado siguiente para escuchar más cuentos.

Cada fin de semana estuvo en el mismo parque público, en donde se instalaba bajo el mismo frondoso árbol desde temprana hora, bajo su sombra, a la espera del público ávido de conocer sus relatos.

Se hacía acompañar en cada presentación por viejo portafolios de gastada piel, estuche que guardaba su tesoro literario, cuentos de su autoría, los más, sin faltar los clásicos que tanto pedía su menudo público: Las Mil y una Noches, Charles Perrault, Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm o Charles Dickens...

El cuentacuentos disfrutaba su trabajo mirando las atentas caritas de sus oyentes, sorprendidas en ocasiones, sonrientes también, asustadas de vez en cuando... Esa fue siempre su única retribución, más que suficiente paga, según consideraba.

Habían transcurrido muchos años disfrutando con su trabajo, pero esta vez apenas lo rodeaba media docena de pequeños, la mayoría llevados por sus madres prácticamente a la fuerza.

El cuentacuentos ya no veía las caritas sorprendidas de los pequeños, ahora sólo había rostros inexpresivos con la mirada fija en la pantalla de sus dispositivos Iphone, tal vez chateaban o estaban inmersos en un videojuego, pero no atendían a sus relatos.

Entonces comprendió que su tiempo había terminado, que su labor estaba de más. Adelantó el final de su presentación y nadie se enteró que dejó inconcluso el cuento en curso, todos corrieron alegres en busca de sus madres distraídas en conversar con sus amigas en otro rincón del jardín.

El cuentacuentos metió sus libretas en el portafolios y caminó pesadamente, a la distancia volteó a mirar su árbol, se despidió y siguió su camino... El cuentacuentos nunca más volvió.



* En Cancún, costa mexicana del Caribe.

Texto agregado el 28-10-2017, y leído por 173 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
31-05-2018 Que tristeza el cuentacuentos ya no tenia publico martilu
01-03-2018 Triste, como el ambiente. Triste, como la realidad. La evolución da lugar a tantas cosas que sin embargo nos ha robado los momentos importantes lilaherthings
15-12-2017 Duro es sentir que su arte ya no tiene público y peor aún saber que lo han cambiado por una tecnología que involuciona las relaciones humanas si no se la usa con mucho criterio. Excelente relato. Un abrazo, Carlos. carlitoscap
07-11-2017 MI abuela tenia una fabrica de cuentos, era mi cuentacuentos. Muy lindo y tierno. El_Quinto_Jinete
01-11-2017 Comparto todos los comentarios y agradezco tu reincorporación a la página. Sos un ser humano hermoso que la enaltece, te quiero mucho!!! MujerDiosa
30-10-2017 Entregar nuestro tiempo a los demás sin esperar retribución y aquilatarlo con declamaciones y relatos.. uf..no tiene comparación. Lástima que ya nadie le asigna su justo valor. Hermoso relato. Me quedé un rato a la sombra de ese árbol meditando. Un abrazo, sheisan
30-10-2017 La tecnología ha sido un gran avance;pero ha desplazado cosas demasiado importantes como esta que cuentas. Es triste ver a niños sin prestar atención nada mas que a sus móviles y muchas veces a familias completas en un almuerzo,todos sin hablar con sus respectivos móviles,obviando la falta de respeto. Triste,muy triste****** Y bellamente escrito amigo. Un abrazo inmenso con la felicidad de tu vuelta. Victoria 6236013
29-10-2017 Es bueno que hayan cambios, pero hay algunos que definitivamente no deberían existir. Es lamentable la realidad que se vive hoy en día. La infancia era mucho más linda jugando en la calle, con muñecas, cuerdas, hojitas como comida, entre otros. Día a día veo como los niños y jóvenes son cada vez más absorbidos por la tecnología y han perdido la capacidad de maravillarse... lo que es yo, me maravillo con todo y eso me hace feliz :) Me encantó tu cuento, aunque al final me entristeció. Saludos :) sofi_al
28-10-2017 Todo llega a su fin, nada es eterno (excepto la Coca Cola) un relato de un fin esperado. Buen trabajo que atrapa al lector. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
28-10-2017 1. Así es amigo, muchos árboles son testigos silencios de los sentimientos que todos los creadores, en este caso cuentacuentos, van dejando cuando el tiempo se les acaba, no porque su vida haya terminado, sino por el cambio, a veces lacerante, de las costumbres y el desenvolvimiento del mundo moderno. Trasmites un dolor que arranca suspiros de añoranzas y hasta de resignación porque todos, creo yo, no sentimos identificados con este ciclo concluido de etapas vívidas y vividas. SOFIAMA
28-10-2017 2. Tu narrativa, mi querido Julio, diáfana, precisa y bien desarrollada como siempre. Eres uno de los grandes de este Planeta Azul; y es un inmenso placer que hayas vuelto para regalarnos tu talento como lo hiciste en otros años. Así que grata y doblemente feliz de leerte. Un abrazo enorme de bienvenida y gran respeto, amigo tan amado. SOFIAMA
 
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