Me pediste que te esperara en el bar de siempre. Afuera llovía, el otoño descargaba su gris sobre las veredas cubiertas de hojas. Llegaste con tu andar desgarbado, cruzaste el bar, me besaste en la mejilla y te sentaste frente a mí. Me miraste como si me descubrieras, casi con ternura.
Te escuché. Después de las primeras frases, tus palabras rodaban sobre mí como si fuera de mármol, intentabas convencerme de algo que no me interesaba. Encendiste un cigarrillo y quedaste en silencio esperando mi respuesta. La voz se me ahogaba al intentar hablar, se quebraba en mi garganta. “Fueron años sin saber de vos –te dije- y donde la vida me cayó encima con su frío de escarcha. Vos en Madrid, yo en Buenos Aires, en esta ciudad, donde las lágrimas nacen sin motivo, porque sí, de pura nostalgia. Mi vida era atender la casa de modas y regresar cada noche al departamento vacío, donde la realidad de mi vida me hacía sentir, que era un insecto pisoteado.
Lloré tu partida Alejandro, lloré mucho, como si el llanto pudiera sanar el desgarro que se produce en el corazón. No entendí tus razones al irte, se me hizo difícil seguir viviendo y tu silencio fue la estocada final. Hubo e-mail sin respuesta, me fui resignando. Y dándome cuenta, que lo tuyo no fue amor, simplemente la pasabas bien, te sabías amado y sin ningún reclamo.
Te das cuenta que hemos cambiado, yo no soy la misma e imagino que vos tampoco, los años dejan marcas, no sólo en la piel, también en el alma.
Mi vida es otra, tengo sueños, esperanzas, un beso alado cada mañana, dos brazos fuertes que me elevan hasta el cielo y amor, mucho amor.
Te podés ir y aunque sea cursi y parezca una letra de tango; “ya no queda nada de aquello que fue”.
Tus ojos se nublaron, quedaste en silencio, luego aplastaste el cigarrillo en el cenicero, me volviste a mirar esperando mi arrepentimiento y mi gesto te convenció que no había nada más que decir. Y te fuiste y quedé con el corazón quebrado, pero integra.
Pedí otro café.
Luego salí, había dejado de llover y un sol de manteca y limón, me iluminó la cara.
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