Quedó en el pasado Sarita, esa morocha hermosa, que dio experiencia y me acercó a lo que realmente me gustaba, la sumisión en su más puro sentido. Es así que la búsqueda de una dominadora se volvió frenética, por supuesto, me paseé por varias casas de masajes que, a un alto costo, me proveían de chicas que cumplían mis fantasías, me amarraban, o me daban algunas nalgadas, me amordazaban, cabalgaban sobre mi pene y apretaban mi cuello. Conocí lencería que solo había visto en revistas, medias de red, medias autosostén, portaligas, y también mis primeros acercamientos a los adminículos de castigo y castidad.
A veces entonces, soñaba despierto, estaba extasiado de placer, e iba formando en mi mente la diosa que en un futuro mediato quería que me poseyera.
Ciudad grande es una ciudad de 2 millones de habitantes, normal, una gran metrópolis, ubicada en un rincón al sur de Sudamérica en un lindo país, cuenta con hermosas mujeres, pensaba, en algún rincón de esta gran ciudad, se encuentra esperando esa mujer hermosa, ardiente, que me va a educar, que me hará su fiel sirviente...mi ama.