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El heredero
12 de marzo del año del Señor
Me han hablado de vos con palabras elogiosas y mis mejores augures os han recomendado para una tarea muy delicada y secreta. Me han dicho que sois un hombre milagroso. Y yo necesito un milagro. Os he elegido para que me ayudéis en una situación delicadísima. Y peligrosa. Así que no necesito deciros que debéis guardar el más profundo secreto sobre nuestro trato. Ya os daré los detalles. La versión oficial será que me curaréis de unas migrañas primaverales que me aquejan al llegar los vientos de abril. Confío en Celestinus, el portador de la presente. Daría la cabeza y lo demás por mí antes que estas cartas cayeran en manos desleales. Además de fidelísimo es mudo. Dadme algunos consejos antes que lleguéis a la corte sobre lo siguiente: He constatado que hay vampiros que conspiran en mi contra. Necesito defenderme de ellos. Además, no he conseguido el heredero que necesita la corona. Os aseguro que no es culpa mía. Os lo resumiré en pocas palabras. El príncipe consorte no responde como debe. Entendéis, verdad? Necesito un heredero y el príncipe parece no saber cómo. Así que enviadme unos consejos antes que llegue la fiesta del Marquesado que será en veinte días y estaréis alojado en la corte con mi venia real. Si satisfacéis mis deseos os recompensaré como una reina de mi alcurnia sabe hacerlo. En caso negativo, mejor no os lo digo.
Vuestra Majestad
María Elena II

20 de marzo del año del Señor
Su Majestad:
Su humilde súbdito besa vuestros pies y os recuerda que las reinas no deben burlarse de los seres como yo, ratas miserables que no valen el polvo que pisáis, ni siquiera el alto honor de desenrollar la alfombra a vuestro paso o sacudir las pelusas que osan caer sobre el armiño de vuestra capa. En caso que vuestra carta no sea una broma, sino un pedido vuestro sobre mis humildes poderes que algunos maestros se han encargado de pregonar, sin mi autorización, ya que mi natural modestia me impide hablar sobre ellos, sólo me queda ponerme a vuestros pies y agradecer la real gracia que me habéis concedido al confiarme tan altos y grandes secretos. Es un privilegio ocuparme de vuestros asuntos y me apresuro en recomendaros una ristra de ajos detrás de las puertas del castillo para ahuyentar a los vampiros que me contáis conspiran en vuestra contra. También sería bueno que arméis un collar con dientes de ajo y lo uséis día y noche para el mismo efecto. En cuanto al segundo problema, que me apresuro en deciros que será el más difícil, pues el príncipe debería ser sometido a un programa de entrenamiento, que no todas las veces da resultado. Adjunto a la presente algunas normas sobre dichos ejercicios que deberéis realizar para ayudarlo en estos menesteres. Sacaos vuestro collar de dientes de ajo antes de realizarlos que os recomiendo hagáis juntos. En caso que todo esto no dé el resultado esperado, deberéis buscar a un colaborador. Esta es la solución más rápida y práctica.
Estaré cuando digáis en vuestra corte y orgullosísimo de cumplir tan honorable misión.
A vuestros pies
Ricardo Riñón de León

26 de marzo del año del Señor
Dejad que sea yo quien diga si sóis o no una rata miserable. Jamás osaría burlarme de vos, porque soy una reina que ama no un ser despreciable que usa la burla para denigrar a sus vasallos. Un hombre como vos está muy por encima de esas actividades prosaicas a que aludís de desenrollar la alfombra a mi paso, salvo que me envuelva en ella como hizo Cleopatra para conquistar a Antonio y mucho menos para sacudir las pelusas que osen caer sobre el armiño de mi capa. Sé de otras pelusas, más suaves, desde luego, de las que oportunamente cuando estéis aquí hablaremos.
He seguido vuestros consejos y me han dado resultado. Me refiero a la ristra de ajos y al collar que me habéis recomendado. Los vampiros se han mantenido alejados del castillo y he tenido cierta paz en ese sentido.
Aprovecho para elogiaros vuestra sabiduría. Ya me habíais advertido de la dificultad del entrenamiento del Príncipe consorte. He hecho todo, os aseguro que todo lo que me habéis recomendado, y nada, os digo nada, ha dado resultado. Tampoco olvidé sacarme el collar de ajos como vos acertadamente me habéis aconsejado. Así que he pensado en la segunda opción. El colaborador. He encontrado uno que me gustaría que lo hiciera, pero me han frenado ciertas consideraciones como la siguiente. El candidato a colaborador es morocho y el Príncipe es rubio. No he tomado decisión alguna sin esperar vuestros sabios consejos, que como os daréis cuenta, me urgen me los hagáis llegar antes de la fiesta que será en unos días.
Su Alteza
María Elena II

31 de marzo del año del Señor
Su Alteza:
Es bueno que los reyes escriban con tanta pulcritud como lo hacéis vos y con ese bello estilo que tenéis, porque eso ayuda a que mis ondas magnéticas me indiquen donde podríamos hallar la solución a vuestros problemas. Desde que habéis posado vuestros reales ojos en mi modesta persona, he acudido a mis poderes para echar los diablos del cuerpo de todos aquellos que vivan a un radio de una legua a la redonda del castillo, juntar a los enamorados y promover el sano esparcimiento de los amantes. A esto se ha debido la tregua que tenéis con los vampiros, como me decís, pero no habéis obtenido resultados con el príncipe consorte. Me apresuro a felicitaros por no haber acudido a la solución del colaborador, pues acertadamente os habéis dado cuenta que es morocho y eso podría traer nefastas consecuencias futuras para la corona. Además no debéis olvidar que debe ser joven y no me decís nada al respecto. Es importante la edad del colaborador para la futura salud del infante. Os comunico que adelantaré mi viaje pues temo que tantos problemas no puedan ser solucionados por vuestra majestad sin mi ayuda personal.
Os comunico que soy rubio y tengo veintiséis años. Son datos que no debéis olvidar en caso de extrema necesidad.
Vuestro esclavo
Ricardo riñón de León

4 de abril del año del Señor
Tengo el narcótico queme habéis enviado con el fiel Celestinus. Lo usaré esta noche con el Príncipe consorte. Eso os dará oportunidad de demostrarme las muchas cualidades que tenéis y de las que me habéis hablado tan ampliamente en la cena de anoche. Si vuestras habilidades dan buenos resultados, seréis recompensado como corresponde.
Os dejo un lánguido beso en la mejilla derecha, otro en los labios y un tercero en la oreja izquierda. Si tenéis otra zona más sensible, no dudéis en hacérmela conocer, para daros un adelanto de mi pago. Os espero a la medianoche, en mi alcoba. El guardián real estará ocupado con mi doncella personal. Está aleccionada para no dejarlo libre hasta el alba. Así que no pasaréis peligro alguno. El puente no estará izado y las teas encendidas.
Os espero impaciente.
Vuestra Majestad
María Elena II

4 de abril del año del Señor
Majestad:
No necesito recompensa alguna. Vuestros ojos en los míos, vuestros labios en mi boca y en mi plebeyo cuerpo son más de lo que merece un pobre vasallo como yo. ¡Qué mayor recompensa puede querer un pobre esclavo enamorado que recibir un ósculo real sobre sus labios! Guardaré el recuerdo imperecedero de su leve presencia. Daría gustoso mi vida si algunos de los delirios extraños y fantasías que acaricié mentalmente al verla tan bella se cumplieran esta noche.
Vuestro súbdito
Ricardo Riñón de León


4 de julio del año del Señor
Os vuelvo a agradecer por todo lo que habéis hecho por vuestra reina. El Príncipe consorte está muy feliz con la llegada del nuevo heredero. Yo sólo recuerdo la semana que dio origen al que será el Infante. Especialmente las noches. Y a vos. Y a vuestros besos y a tantas otras cosas. Que no tengo y las extraño. Mis hábitos han cambiado desde que os habéis marchado. Tal vez podáis hacer algo al respecto. Los augures del reino dicen que se debe a mi regio embarazo, aunque algunos se han preocupado por los síntomas: melancolía extrema, suspiros ruidosos y llanto en abundancia, especialmente cuando los músicos reales ejecutan los minués. Acudo a vuestro oficio, del cual siempre habláis con modestia, porque creo que podéis resolver estos problemas que me aquejan. Si sabéis echar los diablos del cuerpo, os ruego, no tardéis, porque tengo la real sospecha que me ha entrado uno y se niega a salir. Además, tengo una prueba suprema para vos. Si la superáis, os daré el grado de sumo caballero de la orden cuadrada del séptimo círculo con opción de llegar al noveno. Os advierto que es sumamente difícil . Consiste en lograr que un caballero que amo, y que sospecho sabéis a quien me refiero, esté a mi lado ahora a pesar del peligro que eso entraña. Adolece de una rara enfermedad, propagada por un virus llamado hembris embarazatum dejarum, que hace que no quiera estar con damas embarazadas. Me preguntaréis porque deseo estar con un hombre de esa laya, no sé la respuesta. Y si lográis que supere su enfermedad y me acompañe estos meses hasta os puedo nombrar caballero del valle de los elegidos, comarca que da mucho poder y riqueza a los nobles.
Vuestra Majestad
María Elena II

11 de julio del año del Señor
Majestad:
Una reina de vuestra alcurnia no debería perder el tiempo con seres como el que me estáis mencionando. A fe mía que merecéis un mejor destino: un conde apuesto, montado sobre un corcel blanco, con arreos guarnecidos en oro y plata. Os dará un beso apasionado y logrará el milagro de alejar la tristeza. Os deseo fervientemente semejante destino, que será sin duda el que os merecéis. En cuanto al extraño virus que me comentáis, sólo queda combatirlo con otro: el conocido sustitutum inmediatum, que suele producir efectos mágicos en las princesas, marquesas y reinas.
Si aún así insistís en que vuestro esclavo acuda a la corte, la hará, por Zeus que no le importará perder la cabeza si con eso vuestra Majestad halla consuelo y logra ahuyentar los malos espíritus que según me decís os acosan.
Si no queréis combatir vuestra enfermedad con el sustitutum inmediatum, vuestro esclavo sólo espera una orden para cumplirla.
A sus pies
Ricardo Riñón de León
4 de febrero un año después del año del Señor
Necesito vuestros servicios con extremada urgencia. Como sabréis el príncipe fue princesa y estoy con el mismo problema que el año pasado. Hace mucho frío y el Príncipe consorte irá por un mes con la tropa a los ejercicios invernales. Decidí hacer los míos. Me refiero a los ejercicios y no precisamente a paseos por el río ni a aspirar brisas invernales. Sé muy bien que comprendéis a qué me refiero.
Daos prisa, que mientras os espero, la nieve no cae cerca de mi dormitorio, donde os espero con ardiente pasión.
Os adelanto un ósculo real húmedo y cálido como lo saben dar las mujeres apasionadas, sin tener en cuenta rangos de nobleza o de alcurnia y os dejo otro bajo la almohada para que lo recojáis por la noche , antes de entregaros al sueño.
Vuestra Reina
María Elena II


Texto agregado el 21-09-2004, y leído por 622 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
15-02-2007 Como siempre doc,entretenidos y cautivantes tus textos.Un abrazo. pantera1
19-01-2007 Guau, no había leído un cuento epistolar desde que me hablaron de él... Me gustó el contexto en que se desarrolla. kilinyros
28-11-2006 ERES MUY INTELIGENTE juliangallego
08-11-2006 Cómo te debes haber divertido escribiendo estas cartas. Me imagino tamaño lío de correspondencias que harías si fueses la protagonista. venicio
05-11-2006 Que imaginación, para dar rienda suelta al acto del amor. Si vuestra majestad me lo permite, desde aquí, os envió un ósculo, y espero que sigais creando tantas cosas lindas como vos. patito3851
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