Lucy me agradaba soberanamente. La respetaba y admiraba. No era mi intención acostarme con ella, pero las circunstancias se fueron dando gradualmente y de forma natural:
En la primera salida la tome del brazo por periodos cortos.
En una ocasión le tome la mano mientras íbamos en el coche. Al llegar a su casa nos despedimos con un beso en la mejilla.
La siguiente vez, el beso fue en la boca.
Jugábamos con nuestras lenguas al besarnos. El juego nos excitaba de forma impresionante.

Una noche, mientras experimentábamos besos profundos, baje mi mano desde su cara pasando por su cuello, hasta rozar ligeramente sus senos. Cuando logre tocar claramente uno de sus pechos, me detuve apoyándome en el como en un gesto de fraternidad inocente y luego de unas veces comencé a frotar.

Un día, ella misma me ayudo a destrabar el elástico y por fin pude sentir la suavidad de su piel.
Aprendí a excitarla frotando lentamente sus pezones.

Posteriormente ya no nos conformábamos con estar en el auto o en el cine para tocarnos.
La relación completa ocurrió un día sin que pudiera intervenir nuestra voluntad. La experiencia resulto sumamente agradable. A partir de ese momento comenzamos a tener relaciones en forma continua.

Después de un año de relaciones sexuales, comencé a aburrirme. Prácticamente se termino entre nosotros la luna de miel. Se cruzo por mi vida una nueva compañera en la Universidad y Salí con ella. Deje a Lucy, ya que dicen que todos tenemos derecho a buscar nuestra felicidad.