Pasaron entonces, los primeros momentos de sorpresa, era un hecho, me gustaban las mujeres poderosas, era entonces de pequeño un cazador de imágenes, sea en revistas, en películas, en cualquier cosa que me suministrara material para saciar mis inquietudes, que me hicieran pensar en lo que me daba un placer desconocido. Vino entonces el gran descubrimiento, mi propio cuerpo era un oasis de satisfacción, vino la pubertad temprana y el florecimiento del autoplacer.
Aún internet no estaba en el plan ni de los más osados amantes de la ciencia ficción, me seguía valiendo para autosatisfacerme del poco material que conseguía, mi mente transformaba las piernas de una chica, rápidamente, en esa chica pisándome con unos stilettos y azotándome incansablemente, era mi cerebro una máquina fabricante de miles de sueños afrodisíacos.
Mi secreto era eso, un secreto que llevaría a la muerte. Habría mas seres como yo? Estaba loco?
Por qué mis amigos no tenían esos gustos, o al menos no lo comentaban?
Y así, a paso cansino, lentamente, llegaban mis 15 años y el gran momento, la pérdida de la virginidad.
Y llegó el momento, los chicos nos vamos de putas, y así el primer encuentro, un cuerpo desnudo, muchos años más que yo, unos senos enormes como la diferencia de edad. Lo que ya me habían contado, una vagina, y a penetrarla, no importa el como, penetrarla, y sí, sentía placer, pero no era el clímax.
Terminaba el momento, los amigos fuera de la habitación, los clásicos comentarios de machotes, las exageraciones, las risas, los primeros cigarros, el humo, y ese vacío en mí, solo en mí. Esa sensación de haber hecho lo correcto, pero ese vacío y esa amargura provocada por la pregunta que me hacía mil veces.
Algún día viviré parte de lo que solamente hay en mi mente? Será posible?.