En el Perú, el 68,2% de las mujeres en el país han sido víctimas de violencia psicológica, física o sexual alguna vez por parte de sus respectivas parejas.
Jueves, 19 de octubre 2017
Me siento frustrada, asustada, desprotegida por mi país y un sistema que me violenta tanto o más que mi agresor.
Siete días exactamente desde que decidí ponerle fin a un círculo vicioso que me arrebató la dignidad, el amor propio y sin embargo sigo como el primer día, con el cuerpo y el alma marcados y queriendo gritar como nunca me he atrevido.
A ratos pienso si un puñete en la cara, dado por enésima vez y romper el silencio por vez primera frente a mi núcleo más cercano ¿valdrán la pena? Cuando policías, el servicio médico legal, psicólogos, abogados y administrativos del estado y que supuestamente están allí para protegerme me miran con certera indiferencia.
Y yo quiero llorar, gritar, patalear... Hacer esos berrinches de niña pequeña porque me canso de ponerme en el lugar de ellos mientras los moretones, que van desapareciendo, me recuerdan que ninguno de ellos se ha puesto aún en mi lugar.
Entonces siento el peso de ser un número más, un expediente que nadie tiene ganas de revisar y que cogen con desgano. Ahora soy parte de las estadísticas, pero ¿para qué? ¿Por qué?
Magdalena, Jorge: sólo ustedes se atrevieron a pedirme que denuncie y aquí estoy, juro que aquí estoy, por mí, por las niñas, por ustedes, pero sigo en el punto cero con un dolor punzante y contenido que me atraviesa de palmo a palmo.
Y cuando tengo ganas de rendirme me digo a mi misma que ojalá hubiese una carta de navegación que ablandara la indiferencia y vislumbrara no sólo el dolor.
¿Algún día se acabará esta mierda?
No lo sé, no lo siento.
Pero hoy me ha dolido y me he sentido humillada, al desnudarme frente a un hombre que en mi vida había visto y que ha posado una regla de 20 cm sobre mi piel amoratada con asco y vergüenza...
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