Adiós, mamá,
malva negra
que has enredado mis tristezas,
y has dejado el eco de viejas infancias
sobre la transparencia azulada de mis ojeras.
Adiós, te repito madre,
no podré culparte por marcharte
pero sí,
por ser tan deshumana como pusilánime.
No podré besarte
porque no te atreviste a ser mi madre
ni a darme abrigo y amor, ¡madre!,
y frente a ti te habla, la diabla que engendraste.
El tiempo pasa y sana, lo sé madre
pero el desamor nos da fuertes descargas
ante la frágil descomposición de la carne,
los días son copias de tantos otros
y la agonía es inevitable.
Ya no,
no existe tanto corazón para tirarlo en las calles
pero yo existo, madre,
y tendrás que cargar con tus demonios
porque los he expulsado de mi ser,
¡ya nos los quiero, no son míos!,
son tuyas esas bestías del infierno,
...yo existo, madre
a pesar del dulce dolor como remedio.
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