Por Jazbel Kamsky
LA BELLA NEURONA Y EL PLEBEYO GAMETO
Esta es la absurda historia de una bella neurona quien se encontraba enamorada locamente de un salvaje espermatozoide, a pesar de las muchas diferencias que en ellos podemos encontrar compartían en esencia un cariño sincero y de buen presagiar.
Es necesario recordar que la naturaleza de las neuronas en general es el sentir y pensar cada nada, son a veces tan sensibles al estímulo que responden de inmediato a los cambios del medio, mientras los espermatozoides son conocidos por ser valientes exploradores, literalmente no les importa perder la cabeza con tal de lograr llegar primero a la meta.
Un tanto excitada, la bella neurona, se alistaba para un mágico encuentro, escondiendo a sus padres el verdadero motivo de su inesperada salida. A pesar que sus amigas le increpaban lo desquiciada que estaba al decidir aceptar a un plebeyo espermatozoide en vez de un pretendiente de estirpe sobresaliente dentro de los suyos; un robusto ejemplar proveniente del tálamo, uno de los núcleos mas importantes de aquel famoso lugar llamado cerebro, la risueña neurona sabía que lo suyo con aquel gameto era amor y del bueno.
Un espermatozoide buen mozo andaba ahora de vestir elegante y fina colonia por las transitadas vías sanguíneas del corazón, al encuentro de su amada, al tiempo que un leucocito impertinente le aconsejaba no tomar dicha relación tan formal sino disfrutar de aquel efímero amor otoñal.
Los espermatozoides son muy buenos corriendo así como muy malos oyendo, y sin dejar de lado el explorar buscaba asimismo el sentir y pensar, por lo que se había convertido sin olvidarse de ser un gameto en cuerpo, en una singular neurona en lo profundo del alma.
El sonoro latido resonante de aquel lugar de encuentro, así como el ardiente rojo vivo de la sangre fluyendo, embadurnaba en sus jóvenes cuerpos un inconsciente despertar de los mas bajos instintos, caricias que van y vienen como suaves oleadas a orillas del mar, hasta ser arrastrados hacia aguas mas profundas donde es imposible quedar sin aliento, amantes perfectos aquellos que sacian sus hambres rasgándose apasionadamente las carnes y fusionando sus propias fragancias hasta volverse uno en el tiempo.
Vaya ironía la que nos muestra a veces la vida, el deseo de querer amar infinitamente al prometerse amor eterno, siendo el tiempo que tenemos para hacerlo tan finito como el deshojar los pétalos de una floreciente rosa roja en primavera. La muerte a veces llega en el momento menos pensado, los alocados sueños de felicidad de aquella singular neurona de estirpe, a lado de su plebeyo amado, se esfumaron con rapidez al ser asesinada por un psicótico cisticerco.
FIN. |