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Cada beso era para nosotros el último. Disfrutábamos. Recogíamos las prendas tiradas sobre la pelusa de la alfombra del motel. Vestido, recomponiendo la corbata y tomando tus hombros, y con voz fatigada decía: “esto ya no sucederá”, al mismo tiempo que te ofrecía un beso tierno en la redondez de tu pómulo; era uno, dos, pero bastaba para encendernos y terminábamos con las ropas desperdigadas. ¡Todo se resolvió por fin! Fue el día que decapitamos el arrepentimiento. |
Texto agregado el 16-10-2017, y leído por 264
visitantes. (11 votos)
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Lectores Opinan |
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17-10-2017 |
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Lo de decapitar el arrepentimiento me ha encantado, me apunto a ello. Muy buen relato, mis **** senoraosa |
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16-10-2017 |
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Sí señor, decapitado y enterrado, que pa'luego es tarde. Supremo. Besitos, Senderito amado. SOFIAMA |
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16-10-2017 |
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Es un cuento lineal. Dónde en pocas palabras, por precisas, cabe todo. Te felicito. peco |
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16-10-2017 |
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ay.. breve y encendido. Un abrazo, sheisan |
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16-10-2017 |
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¡¡Muy bueno!!
***** tequendama |
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