Apenas tenia cuatro años
cuando me crucé
por vez primera contigo.
Tal vez fue antes
pero no lo recuerdo.
La memoria
no da para tanto
-o tal vez es sólo la mía
la hacedora de entuertos-.

A veces
te observaba juntar
en hileras pequeños tesoros
que nadie más conocía
mientras (des)ordenabas delicadamente
aquel cajón del armario
tan estrecho y profundo
como tus pensamientos.

Permanecías callada y silenciosa
en los rincones donde la vida bullía,
la tuya era más ruidosa
aunque nadie la oía.
No hacia falta mirar en derredor,
ni los sentías.
No existían huecos que llenar
en tu alma aun vacía.
Solo querías tener lo que nadie tenía.
Conocedora del todo que ya entendías.
Quizá por eso
nos hicimos amigas.

El paso de los años no te cambió
sin embargo, es otra tú
la que recuerdo con dolor:
la niña muda que oía sin rencor,
la solitaria con consejos de corazón,
ávida de amores sin dolor.
Niña triste con infinita vida interior.

Eres sombra tenue de aquel yo anterior.
Cierto es que has perdido candor
aunque tus pasos sigan
sonando al mismo son.
Quién sabe si la nada
de ti se apoderó,
si la lucha por vivir te venció,
si de tanto llanto te vació...
Tal vez fue la vida misma
la que te apagó.

Te observo ahora
apenas callada
mas siendo sólo eco
de la luz que emanabas,
sucia de tan enferma sociedad.
¿Dónde está la niña que yo tanto amaba?
¿dónde aquellos ojos con los que observaba?
¿dónde aquel amor que, de extenso, te ahogaba?

Ya los ojos no te brillan como entonces
ni luce igual tu mirada,
los cabellos, ahora cortos,
ya no ondean en pro
de las voces ahogadas;
copia desgastada ya
de la primigenia huella
que, en el camino, dejabas.

Dime cómo regreso a ella,
cómo hacerle llegar esta misiva,
la carta de auxilio de su yo futura,
cómo pedirle, tras tantos años de olvido, éste necesario encuentro

Dime, pequeña,
¿y si volvemos a vernos?

Pd. Cartel de la autopista del norte, km 32 Tenerife. Islas canarias.

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