Mariela
Y ahí estaba con Pedro en el transporte público pues esa vez no trajo su auto, como la primera vez que nos conocimos. Nos sentamos al fondo, yo elegí sentarme cerca a la ventana del lado derecho, él a mi costado, me tomaba de la mano, en la ventana del otro extremo, estaba un joven, escuchando música, usaba unos audífonos grandes negros, quedaba un asiento vacío, donde el que sentara iba a tener el privilegio de estirar las piernas con toda comodidad. En eso, el bus se detuvo, subió una mujer gorda con dos bolsas de supermercado, vi la mirada de asombro de Pedro, que me apretó la mano, como si estuviera orando que la mujer no se sentara junto a él, pero para su mala suerte, la mujer camino hasta llegar a ese espacio vacío para sentarse, pude ver como Pedro tragaba saliva, empezó a rascarse el cuello, la mujer se movía mucho en el asiento, y lo rozaba, eso empezó a ponerlo más nervioso, lo vi sudar, hasta pedirle a la señora que tuviera más cuidado, en eso empezó a rechinarle los dientes, porque igual la mujer la rozaba, hasta que Pedro no pudo más se levantó y le dijo: ¡Muévete más allá, Hipototama!
Pedro
En una salida con Mariela, no pude cerca el auto, lo dejé en el Taller Mecánico para su chequeo mensual, Mariela me pidió vernos, a ella le divertía tomar el transporte público conmigo, nos sentamos al fondo, ella como siempre eligió el lado de la ventana, quizá la hacía imaginar que estábamos en el auto, había un asiento libre a mi costado, el bus se detuvo y subió una mujer gorda, bueno gorda era poco, super gorda, en mi mente deseaba que no se sentara a mi lado, pero fue como si leyera mi pensamiento y fue justo directo a sentarse a mi costado, tragué saliva para contener mi incomodidad, porque como que había deseo imperioso de botar saliva, empecé a rascarme la garganta para que nada saliera de mi boca, la señora se movía demasiado , eso empezó a ponerse más incómodo, porque venían palabras en mi boca, por eso solo atine a decirle que se pusiera un poco más allá, traté de pensar en otra cosa como en uno de mis juegos favoritos con mi papá cuando íbamos en el auto, era ver a los peatones y reconocer quienes eran los más gordos, la calle principal cerca de casa, había muchas mujeres gordas, algunas eran vecinas nuestras, incluso algunas eran tan conchudas que salían a correr, con papá no reíamos mucho de eso, entonces les poníamos nombres, desde Gloria, la hipototama de Madagascar, Orca, Elefanta. Una tarde salí a correr con papá, pero me perdí, me quedé ahí solo, en eso venían las mujeres gordas que corrían siempre, pero parecían que venían en manada, parecía una pesadilla. Así parecían las palabras que querían salir de mi boca, la sarta de cosas que quería decirle a esa mujer, pero solo atine a decir: ¡Muevete mas allá, Hipototama!
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