Suki, no estás en casa y te espero,
el atardecer tiene un cielo pálido
que se refleja en el lago cristalino
y pronto, de su estela nacerán luceros de helio.

El sendero sinuoso de los cerezos,
engalanado de sakuras pétalos rosa,
es el camino, la vía esplendorosa
a Tengoku, la morada de los dioses.

Tus deberes con la realeza
son propias de tu condición de princesa,
alta majestad, divinidad,
no sólo un título de grandeza

Suki, me duermo,
como en los alrededores
se durmieron
tus pájaros cantores.

Suki, hay un cielo azul
que declina en el atardecer
y una nube blanca
que quiere adormecer,
solemne y señorial
el iris de vapor
parece acomodar
en el atardecer.

Al declinar el sol Hacia occidente
ha vestido de oro los bordes de la nube,
lentamente el cielo, en su alma transparente
dibujará estrellas y luceros, la Luna que emerge por Oriente.

Yo me preguntaba, Suki
¿si en esa nube, tú y yo,
pudiéramos construir nuestros
sueños y nuestro porvenir?

En aquella estancia de vapor,
dorada de oro por el sol
donde tú serías mi único
y verdadero amor.

Sora, allí está nuestra casa, Suki,
encendida de oro y estrellas
en las estelas vaporosas de un sueño
y en el borde transparente del cielo.

Suki, con un beso
me has despertado
soñaba ¿sabías?
con el corazón alucinado.

Suki, te voy a contar un sueño
era una nube de bordes de oro
en un cielo estrellado… que se desvaneció
cuando tus bellos labios me han besado.



Sora... Cielo
Sakura... Flor del cerezo
Tengoku...El paraíso
Suki... Princesa japonesa que habitaba dormida en un libro de cuentos orientales... despertó mientras yo la leia.