- No deberías estar acá.
- Para de pensar tanto y ven.
- No, es en serio, deberías irte.
- Me revienta tanto cuando empiezas con esas mierdas.
- Lo sé, perdón, pero hoy no puedo, ando raro.
- Pfff, okay me voy.
- Oye, sé que sonará ridículo, pero no te enojes.
- No, no me enojo, pero me frustro. Deberías dejar correr las cosas y todo sería más simple.
- Qué fácil decirlo.
- Es más fácil hacerlo, de verdad.
- ¿Te veo el finde?
- Depende de ti. Aún así, no te prometo nada.
- Dale, bueno, me lo merezco.
- No, no te lo mereces, pero... agh ya, olvídalo, olvídalo.
- Puta, ya, sorry, en serio.
- Está bien, hombre, para de perdir perdón.
- Bueno.
- Ya, ¿déjame en la puerta?
- Vamos.
Suena el portón de la calle.
Un eco sube por las escaleras.
Una pena los inunda.
Se abrazan como si jamás volvieran a verse.
No hay más muestra de afecto que un roce de dedos al separarse.
Ninguno mira atrás.
El eco se devuelve tras el cerrar de la puerta.
- Por la chucha, weón, toda la pieza huele a ella. |