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Sólo le ganaba en maldad la hipocresía social. Era un hombre escoria. Su vida había estado marcada por un lavado de manos constante de los demás. Pero él no había pedido que le nacieran por mucho que se interpusiera en los planes de mucha gente. Era recontramalo y calculador, pero él no tomaba psicoactivos. Un desbarata bailes como se suele decir pero no había hecho nada propio para serlo. Era consciente de que la felicidad de unos cuantos pasaba por su desaparición de la Tierra, pero no estaba dispuesto a dejar de estar. Un hombre sin alma; una máquina fría, pero de su boca no salían insultillos ni mendacidades. Era consciente de que sobraba para unos cuantos, pero no para él mismo. Estaba completamente solo, pero no pedía compañía. Era pobre pero no pedía dinero a nadie. No compartía, pero tampoco exigía nada a los demás. Contaba con muchas facetas pero no exigía apropiarse las de nadie. No tenía amigos pero tampoco se quejaba. Lo que sí concitaba era ser referencia de los otros, pero no había hecho nada para serlo.
El pecado de aquel hombre era el haber nacido pero nadie le había pedido permiso para hacerlo. Era un hombre nulo que sobraba en todos los planes, pero legalmente no había nada que reprocharle.
Aquel hombre se llamaba Jesús, pero ya le habían antecedido en redimir a los descontentos con su muerte. Era para sí mismo un enigma pero no para mucha de la demás gente.
Si enfermaba, no le curarían- se preguntaba. Si acudía a elegir a sus representantes, no se tendría en cuenta su voto- seguía. Era un hombre al que nadie quería, pero dónde estaba escrito que para vivir hiciera falta- se preguntaba. El tampoco quería a nadie. Nadie lo había querido un sólo día en su existencia, pero no se extrañaba del hecho, ni pedía ser amado. Sólo había recibido desprecio, pero no se había refugiado en las drogas. Tenía una visión tan clara del mundo que estorbaba todos los propósitos de quienes le rodeaban. Todo el mundo quería que se fuera, que abandonara; pero se planteaba que tal proceso habría de ser infinito con lo que no se movía. Había renunciado a su herencia, a su familia, pero no había renunciado a la vida.
Un día se encontró con su horma en plena calle. Otro hombre desarrapado. Y entabló conversación sobre la idea de volver al hogar, al amor de los suyos.
Yo ya lo hice- le contestó el hombre. Y en aquel lugar no hay amor: no hay espacio para seres como nosotros.
Entablaron una conversación y encendieron un cigarrillo. Y así fue como el neófito en abandono comprendió cómo sería el resto de su vida de seguir aquellos pasos. En adelante sería otro. Había que vivir a la altura de los otros, de espaldas a una sociedad que también a él se la daba. Buscó un arma. Unos atracos por aquí, otros atracos por allá. Siempre habría tiempo ya con cierto capital de encontrar un trabajo.

Texto agregado el 03-10-2017, y leído por 151 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-10-2017 Es como si ahora lo correcto fuera ser alguien superficial e indiferente, y por el contrario, la virtud fuese maldad por el hecho de ser distinto. Hay una reiteración en las frases que al mezclarse con otras referencias no ahondan tanto en este supuesto hombre y la cosa queda un poco ambigua a mi modo de ver. Pero el trasfondo es interesante. litomembrillo
 
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