He destorcido mis palabras,
en cada poema que he escrito
y es en esa distorsión,
detrás del espejo,
es donde he encontrado mi verdadero retrato.
Mi obvia imagen cotidiana me distrajo
y cerca estuvo de engañarme.
Cerrado en mí,
no me encontraba
y mi clandestina felicidad
enfrentó la dudosa presunción,
la inquietante interrogación,
enfrentó arrogante
ese mejor atajo para la depresión.
En la clara visión de la oscuridad,
despejé las dudas,
y aclaré la polisemia de mi razón.
No hay más certeza
que la incerteza.
No hay más tensión,
cuando aceptas la distorsión,
Osada esperanza,
aguda percepción oblicua.
El reverso del espejo,
disidencia y disonancia:
me he escapado de mí,
de ese yo proyectado,
predeterminado y normal.